ALAN
Para los habituales de este blog, no es ningún secreto que Emmanuel Guibert es muy apreciado aquí. Su trabajo en EL FOTÓGRAFO y EL CAPITÁN ESCARLATA (ambos en Glénat), LA HIJA DEL PROFESOR (Astiberri) o LA GUERRA DE ALAN I y II (Ponent Mon) demuestra que es uno de los autores más inquietos de la actualidad y, en algunas de esas obras, uno de los más innovadores que existen ahora mismo. Buena prueba de sus búsquedas son EL FOTÓGRAFO o LA GUERRA DE ALAN, de cuyo segundo volumen he escaneado todas estas páginas. Cuando en su día empecé a leer estas memorias de Alan Ingram Cope, escritas y dibujadas por Guibert, ya en su primera página me preparé para lo peor, al constatar el estilo narrativo basado en los textos de apoyo, con sólo puntuales bocadillos de diálogo: 'ya está, otro texto ilustrado camuflado de cómic', pensé, viñetas bonitas pero muertas que se limitarán a ilustrar lo que Guibert ha recogido con la grabadora de su amigo Alan, veterano de la II Guerra Mundial. Bueno, eso es equivocarse en un prejuicio, y lo demás es tontería. Porque LA GUERRA DE ALAN no sólo NO es un simple 'texto ilustrado', es un tebeo extraordinario, y también un brillante experimento con el lenguaje del cómic, gráfico y narrativo, que prefigura algunos logros mayores de la posterior EL FOTÓGRAFO.
Observad cómo Guibert procura que el dibujo no sea redundante con el texto, sino complementario, y cómo a veces forma un continuo indisoluble con éste. "Murmuró algo así como 'buenas noches' y se fue", dice el texto de la tercera página que he colgado, viñeta 3. Pero lo que vemos no es al soldado del cuchillo ni marchándose ni diciendo buenas noches, sino un picado de Alan, pequeñito, solo, con el mismo fondo negro que Guibert ha mantenido durante las ocho viñetas precedentes, arrancando desde la página anterior. Un ejemplo de la unidad texto-dibujo, en la primera página que he subido: "Llegó la noche y paramos entre dos altos muros de piedra donde podía leerse", dice el texto. Pero la frase continúa con la imagen de un rótulo en la viñeta, PARÍS. Rótulo que leemos dibujado, y no como el texto de apoyo escrito, puesto que forma parte del dibujo de la viñeta. En la página siguiente de una sola gran viñeta, Guibert introduce diversos elementos temporales en una misma imagen: el muro del túnel donde está pintado PARÍS con grandes y bastas letras blancas, mientras abajo visualiza un recuerdo de Alan que no pertenece a ese escenario sino a un momento posterior, en el que un amigo de Alan, también soldado, le explica ya de paisano lo bien que se lo pasó cuando entraron en el París liberado.
Observad ahora otro efecto que Guibert emplea a menudo: cómo consigue sugerir el ambiente de toda una escena con el fondo de una sola viñeta -por ejemplo, la fábrica que custodian los soldados en la tercera página que he colgado, viñeta 5-, dejando el resto de viñetas de la secuencia sin fondo alguno. Completamente blanco. O cómo usa diferente registro gráfico en una misma viñeta: el perro de la cuarta página está dibujado con un acabado más, digamos, fotorrealista, mientras que los soldados lo están con el grafismo habitual de este tebeo, mucho más sintético.
El otro día hablábamos, al hilo de la entrevista de Seth, de cómo el dibujo de cómic puede ser muy específico y no por ello ralentizar -o matar- el lenguaje de la historieta. Este dibujo de Guibert no sólo es específico -mirad cómo dibuja las botas, los cascos de los soldados, sus pertrechos, las armas: no es detallista, pero sí muy específico, tanto que crea la ilusión de ser un dibujo detallado cuando no lo es-; también resulta, al menos el dibujo de base, naturalista. Sin embargo, Guibert reduce y sintetiza tanto las líneas que consigue convertir la información de sus dibujos naturalistas en una especie de símbolos gráficos que, sin traicionar su naturaleza descriptiva como imagen, se integran en la página con el texto de un modo extrañamente perfecto. Volvamos al ejemplo de la viñeta-página de 'PARÍS', con la frase del texto continuando, de nuevo, en el enorme rótulo pintado sobre el muro. Con este recurso, Guibert está consiguiendo introducir al lector en la naturaleza misma de la memoria -uno de los objetivos más evidentes de las búsquedas narrativas de este tebeo-, y más concretamente, del recuerdo que se está evocando. Es como si el texto y la imagen fuesen una única cosa, y ese todo, la visualización de los recuerdos de manera superpuesta y conectada, tal y como los evocamos en nuestra mente en la vida real. Otro ejemplo de continuidad texto-dibujo: el perro que aparece en la fábrica que custodiaban los soldados (página tercera de las que he subido, última viñeta), apenas una mancha sobre el blanco del papel cuando lo vemos por primera vez, casi un signo en lugar de una imagen que parece continuar la frase del texto. El grafismo elegido por Guibert es, desde luego, la cuestión.
También hablamos el otro día, en torno al género autobiográfico, sobre cómo hay que escoger las anécdotas a narrar para que lo narrado interese al lector. Bueno, lo de LA GUERRA DE ALAN no es "auto", sólo biográfico, pero ese problema también lo tuvo Guibert, puesto que tenía que traducir a un tebeo lo que alguien le había contado sobre sus recuerdos. Hay abundantes ejemplos en estas páginas de cómo solucionó ese problema: qué escoge contar y qué no, qué detalles elige para representar cada pasaje, qué frases exactas escribe, y cómo las separa de una viñeta a otra para darle un ritmo muy concreto a la lectura, buscando la aproximación más cercana a la esencia de lo narrado. A la verdad del mundo, si queremos decirlo así. "Volví a visitarla dos o tres veces, siempre solo. Ninguno de sus camaradas llegó a hablar con ella. No llegamos a decirnos gran cosa, porque no nos entendíamos, pero yo comprendí bien su alma y ella la mía."
"Y luego partimos hacia otro pueblo".