ÉSTE ES EL GRAN PROBLEMA
En cualquier conflicto, incluso si me concierne personalmente, me esfuerzo siempre buscando la verdad y escucho atentamente a mi interlocutor. Esta verdad, por otra parte, no suele encontrarse siempre, o incluso no se encuentra jamás; de vez en cuando puede encontrarse la propia verdad, la verdad momentánea. Ya que todo esto es muy fugitivo: se está siempre en plena evolución. Esto lo he descubierto con gran estupefacción por mi parte. Por ejemplo, yo creía, ingenuamente, que alrededor de los cuarenta años, un hombre ya estaba afianzado para el resto de su vida; después creí que esto ocurría, quizá, hacia los cincuenta años; luego me pregunté si no sería hasta los sesenta cuando llegaría a esa consolidación. Y cuando digo "consolidación" pienso en "sensatez". ¡Pero no se llega nunca a esa maldita sensatez! Empiezo a creer que no llegaré a ella ni a los setenta años, si Dios me da vida, ni tampoco a los ochenta, si se halla bien dispuesto respecto a mí... Sí, se evoluciona incesantemente y constantemente: no hay nada fijo, no hay nada estable, todo se destruye y todo recomienza. En el fondo, en mi juventud, componía mis "Tintín" sin preguntarme nada, sin razonar. Ahora reflexiono y medito más: respecto a lo que veo a mi alrededor y respecto a mí mismo. Y sobre todo, sobre todo, intento aceptarme tal y como soy. Quizá sea lo más importante de la existencia: llegar a vivir en paz consigo mismo. Éste es el gran problema.
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Hergé, entrevistado por Numa Sadoul en el libro CONVERSACIONES CON HERGÉ (1983, Juventud).
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