sábado, enero 20, 2007

TINTÍN, HERGÉ... Y LOS DEMÁS

A mí me parece, y lo digo alto y claro, que hay tres individuos que retratan el siglo XX con una nitidez y una compleción extraordinarias y que destacan por encima de los demás como representantes genuinos de esos cien años: me refiero al británico -nacido en Bloemfontein, Sudáfrica- J. R. R. Tolkien, al norteamericano Walt Disney y al belga Georges Remy, llamado Hergé, tres gigantes de la comunicación, el primero desde la esfera de las letras, el segundo desde la del dibujo animado y el tercero desde la del cómic (o historieta, o tebeo, o como prefieran llamarlo).

(...) He rescatado de una estantería un libro pionero de Terenci Moix, Los «comics». Arte para el consumo y formas pop (Barcelona, Llibres de Sinera, 1968), hoy agotadísimo. Pues bien, en las páginas de ese libro no hay una sola alusión a Tintín. Y no es de extrañar, porque entre los «viñetaheridos» españoles los álbumes de Tintín no entraron en el canon hasta bien entrados los años 70. En 1988, mi buen amigo Juan Eugenio d´Ors puso las cosas en su sitio publicando la excelente monografía Tintín, Hergé... y los demás (Ediciones Libertarias).
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Luis Alberto de Cuenca, hoy en el ABCD, en un artículo sobre el centenario del nacimiento de Hergé, al que dedican el reportaje principal (de nuevo, el cómic en portada del suplemento) que incluye otros artículos que puedes leer pinchando a la derecha de la página que he enlazado.

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Se impone de inmediato una evidencia: Tintín es el fruto de un durísimo trabajo de búsqueda de la sencillez, prolongado durante más de medio siglo, realizado por momentos -no sin dolor- por un maestro absoluto en disciplinas muy diversas: el dibujo a lápiz, la acuarela, el manejo de la tipografía, la publicidad, el cartelismo, la sátira social, el humor gráfico, el periodismo y el reportaje gráfico, puestos al servicio de unas «historias» cuya simplicidad aparente es el fruto muy maduro de un gran artista, dispuesto a «ejecutarse» en beneficio de un público no siempre infantil ni adolescente, ni mucho menos.
El gran maestro del arte del cómic era, desde mucho antes, un grandísimo dibujante, de un trazo purísimo. Sus retratos de mujeres jóvenes y bellas tienen la limpieza de los más altos maestros de su tiempo, comenzando por Picasso. Sus carteles se sirven de la tipografía, el color y la perspectiva con un arte que recuerda a los maestros alemanes y españoles ultraístas. La elegancia de sus maquetas publicitarias recuerda el garbo finísimo de personajes olvidados, como el gran Eduardo García Benito. (...)

Juan Pedro Quiñonero, también en el ABCD.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Cómo pasa el tiempo! Antes, cuando se quería dar carta de validez al cómic, se decía que Picasso hubiera querido dibujarlos, o algo así que, por lo visto, dijo en algún momento de su vida.

Ahora en cambio, como ya nos vemos las orejas, decimos que Hergé hacía retratos con la maestría de un Picasso... ¡Con dos cojones! ¡Viva el cómic! ¡Viva!