sábado, marzo 24, 2007

DISPUESTOS A OFENDERSE

UNA de las mejores películas del cine clásico, «Centauros del desierto», es abiertamente racista. En «La ley del silencio», un Elia Kazan moralmente cercado por su colaboración en la caza de brujas convirtió en exculpatoria obra maestra una manifiesta apología de la delación. En «El padrino», ese prodigioso cuadro shakesperiano del poder y la violencia, no hay un solo atisbo de comportamiento edificante o ejemplar. Y hasta muchos personajes del gran Chaplin son en realidad, como él mismo, pequeños y patéticos miserables supervivientes gracias al egoísmo o la cobardía. Con buenas costumbres no se puede hacer buena literatura, escribió Gide; el arte cinematográfico, como el narrativo, alcanza sus expresiones más soberbias cuando se sumerge en los abismos del mal donde habitan los demonios de la condición humana.

Sin embargo, la epidemia de lo políticamente correcto ha caído sobre la creación contemporánea como una coartada ideológica de la censura. Raro es el día en que un colectivo, una nación, un grupo social o una sedicente minoría oprimida no asalta con sus apóstrofes coercitivos la libertad creativa de cineastas o escritores. Si haces una película sobre el circo, se enfadan los payasos; si sobre la Biblia, se rasgan las vestiduras los judíos; si sobre las Cruzadas, estalla la ira de los mahometanos; si sobre Don Juan, se levanta el ímpetu feminista. Los nuevos censores enarbolan para su criba un selectivo tamiz de anatemas por cuyo cedazo no pasaría hoy ni «Blancanieves y los siete enanitos».

La última víctima de la plaga reprobadora se llama «300», y recrea con estética de cómic la batalla de las Termópilas, actualizando con hiperbólico expresionismo aquel grandioso peplum épico que mi generación disfrutó en la niñez bajo el título de «El león de Esparta».
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Ignacio Camacho, hoy en Abc. Sigue leyendo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también estoy un poco harto de esa ola de corrección política y en este sentido, estoy de acuerdo con lo que dice Camacho. Pero tachar a "Centauros del desierto" como una película "abiertamente racista", así sin más, me parece bastante injusto.

Pepo Pérez dijo...

yo tampoco estoy de acuerdo. De nuevo, él mismo cae en la confusión que critica. Que el personaje que encarna John Wayne en CENTAUROS sea racista no quiere decir en absoluto que la película lo sea. Esa película es demasiado grande, demasiado compleja, como para ser reducida a semejante simplificación. Película que por cierto fue rechazada y bastante incomprendida cuando se estrenó.

Anónimo dijo...

El término "Obra maestra" apliacda a "La ley del silencio" lo encontrarás pocas veces. sólo ciertos medios muy ideológicamente orientados se empeñan en hacernos creer que aquel panfleto era magistral. No lo era, y no lo era por ser panfletario. Su necesidad de mensaje la hacía esquemática y pueril. Eso sí, a los mccarthistas les encanta.

Pepo Pérez dijo...

ah, el tema Elia Kazan....

santibilbo dijo...

A mí me parece una película extraordinaria,una de las mejores de Kazan.Me hace gracia que se la trivialice así, como apología de la delación,porque la fusión entre el tema(hacer lo correcto),la realización cinematográfica( Kazan trabajaba magníficamente la composición del plano) y caracterización de personajes, funciona emotiva y sencillamente,lo abstracto se funde con lo concreto.(sólo me chirría la conversación final enttre los hermanos,innecesaria).Como es lógico, Macarthy me la pone dura, eh? anónimo?