viernes, enero 20, 2006

HUBO UNA ÉPOCA...

Hubo una época en la que el cómic no era el territorio de gafapastas que eyaculan pretensiones autorales a través del Photoshop.

Hubo unos años míticos en los que los tebeos estaban hechos de sexo, drogas y rock´n ´roll, mezclados a grandes dosis con sangre, sudor y lágrimas, y hasta el mismísimo corazón de las tinieblas.

Hubo un tiempo en el que revistas como EL RROLLO, PURITA o EL VÍBORA tomaban al asalto las calles de Barcelona, armadas con los delirios de una generación irrepetible, que lo mismo se paseaba en tacón y vestidos de tul por Ibiza que coordinaba unas jornadas literarias.
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Texto de contraportada del libro de Onliyú, MEMORIAS DEL UNDERGROUND BARCELONÉS (2005, Glénat). Viñeta de Nazario.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

No voy a caer en la trampa, Pepo: esto lo has dejado aquí para que los nostálgicos de los ochenta se muestren en todo su patetismo cuarentón y así compensen el habitual espectáculo de nostalgia superheróica que se ofrece, impúdicamente, por este y otros blogs de los que me callaré el nombre. No, no, no: la nostalgia es una trampa, y aunque tiempos pasados quizás fueron mejores, estamos al día de la fecha de hoy y el futuro es lo más inmediato...

¡Lo cual no quiere decir que debamos olvidar que antes, un joven autor era una persona con personalidad, necesitada de expresarse y en constante evolución, con una mirada amplia y deseosa de explicar su, muchas veces, compleja vida interior al lector astuto, y no como ahora, que la gente dibuja melones con los ojos tristes, le añade alguna frase con puntos suspensivos y se pasa por el forro el dibujo con la excusa de la síntesis (cuando no directamente con el plagio; siempre de algún dibujante "fácil", cómo no) para contar historias que se olvidan antes de cerrar el libro!

Ha sido, evidentemente, un matiz para concretar lo dicho. Porque no, no voy a caer en la trampa nostálgica, que te veo la intención, mala persona...

Pepo Pérez dijo...

JCP dijo...
ja, ja.

¿Trampa? ¿qué trampa? ¿trampa yo?

Si sólo lo he colgado porque me lo estoy leyendo a ratos. El libro de Onliyú, digo...

Pero a ver si algún otro visitante de este blog te da la réplica. El texto provocador del libro de Onliyú es bueno para hablar de esto como de cualquier otra cosa.

Incluido aprovechar para apuntarnos con el dedo a la generación actual.

Anónimo dijo...

Evidentemente, siempre es más fácil hablar de los que se hacía que de lo que se hace, de lo que hacen (o dejan de hacer) que de lo que hago (o dejo de hacer)...

Pepo Pérez dijo...

Bueno, pero a ver. Los tebeos del underground barcelonés, ¿son tan buenos como ese texto parece sugerir (ya, ya me imagino que hay intención provocadora en él, pero aún así el tema es interesante)?

Y luego, claro, también podemos hablar de los tebeos que estamos haciendo ahora.

Anónimo dijo...

A mi me surgen un montón de dudas con el rollo "los ochenta eran lo más", tanto en música como en cómic. Pero, vamos a ver, qué hizo que fuesen lo mas? Acaso no tenían influencias? ¿adonde fue todo ese aluvión de la (supuesta) creatividad que tanto echan en falta?. Digo yo que el que tuvo, retuvo. Donde está todo el mundo, ¿por qué casi no hay "mentores", editores, artistas de aquel underground añorado en activo, madurando, contándonos cosas interesantes (como Burns y otros, que llevan décadas en esto)? A ver si es que la cosa no era para tanto, más allá de la transgresión por la transgresión, de abrazar lo nuevo sólo por que era nuevo e iba a ser mejor que lo que se había vivido los anteriores cuarenta años. Es que es muy fácil vivir de la nostalgia, pero como decía Roslyn, The time is now! En ellos, como en nosotros, hecho de menos más palabras y más hechos, más gestos. En los ochenta los cómics y las revistas de cómics eran "trendies". ¿Se trata de que vuelvan a estar en boga? ¿De que recuperemos para nuestra causa a los "modernos"? ¿Para cuando un poco de autocrítica por parte de aquellos que "vivieron los ochenta intensamente"?

Anónimo dijo...

No sé si era para tanto o no, la memoria juega malas pasadas. Se salía de una dictadura que castró al cómic con mucha más saña que con la literatura o el cine. Era una generación que de leer los tebeos de Bruguera y Hazañas Bélicas pasaba a un cómic que se antojaba como nuevo y revolucionario. Quizá ahora no lo sea, pero entonces era un cambio radical. Y supongo que aquellos artistas tenían esa sensación de que podían contar lo que quisieran como les diese la gana. Algo que nunca pudieron hacer sus padres.

Lo que igual Onliyú nos echa en cara es que se ha perdido esas ganas de cambiar las cosas; las ganas de hacer, no lo que se hizo en esa época.

¿Dónde están ahora? Haciendo otras cosas que dan dinero, evidentemente.

¿La nostalgia? ¿Sólo tienen derecho a ella los fetichistas de Vértice? Porque ahora parece que son las únicas publicaciones de la época que se reivindican y, sinceramente, los tebeos de Vértice, contenidos aparte, aunque muchas veces también, si que eran una mierda.

Anónimo dijo...

Hablando más en serio, a ver: los ochenta no fueron impecables, pero tenían, por lo menos, dos hechos destacados que ahora echo en falta: autores intentando contar el mundo donde vivían (no sólo su rico mundo interior y su pose vital: también la vida exterior: el decorado,y, simplificando a lo bruto,lo que flotaba en el aire -o lo que creían que flotaba); por otra parte, su estética (y su ética, por qué no) era más variada. Más personal: Prado, Calonge, Gallardo, Pons, Mique Beltrán, Montesol, Beroy... Incluso bajo influencia eran originales: Martí, Max, en fin: esto, ahora, no tiene equivalentes.

Posiblemente sea por lo mismo que apuntas en tu respuesta: estos autores se hicieron mayores y quisieron vivir como mayores y la mayoría -siempre hay las valiosas excepciones- tuvieron que dedicarse a otra cosa. Y así, después del vacío de los noventa,los autores de ahora mismo parten, como quien dice, de cero, sin modelo del que aprender. Evidentemente, que el mercado hubiera sido mejor y que la pervivencia de aquella escena, que hubiera crecido y mejorado, sería buena para todos, hubiera creado una continuidad que hubiera beneficiado -no podría ser de otra manera- a este medio. No así, los tebeos viven como el señor ese griego que se pasaba el día subiendo la misma piedra a una montaña, repitiendo sus errores (o creando algunos nuevos), descubriendo el gas butano o la sopa de ajo alternativamente, ensalzando etapas que sus autores deberían quemar rápidamente.

En fin, no sé si me explico. Voy un poco pillado de tiempo. Seguiré leyendo en cuanto pueda.

La teoría de Sísifo y todo eso, por cierto, es prestada.

Anónimo dijo...

Pero ahora están Mauro, Monteys, Fontdevila... Vale que no tienen albumes con historias largas, que lo suyo es la pegada en corto, pero... cuentan su tiempo también.

Y está la cuestión económica, que me parece fundamental. Cobrarían poco, pero cobraban. Ahora, no. El que quiera ganar algo se tiene que pasar el día en el tablero, no ve la calle, e inevitablemente se vuelve autoreferencial. Y el que se echa a la vida a verla como es, pues o simplifica mucho su dibujo para dedicarle poco tiempo y rentabilizarlo o se va a currar en otra cosa.

Dicho lo cual, en general, Monolo tiene razón. Son tebeos más divertidos. Y también, casi todos, más arriesgados. Y no soy nostálgico, ojo, que yo era un niño entonces y El víbora era para mí cosa de mayores y gente de malvivir.

Un saludo.

Anónimo dijo...

(Y está también, que lo olvidaba, Santiago Valenzuela. No hubiese desentonado en El víbora clásico.)