TIRAS DE REALISMO SUCIO
Al historietista Adrian Tomine (Sacramento, Estados Unidos, 1974) se le suele encasillar en la órbita del realismo sucio tipo Raymond Carver, coordenadas que pueden servirnos para ubicarle siempre que no induzcan a tomarle por un mero imitador sin personalidad. Al contrario, Tomine ha demostrado no sólo poseer voz propia y talento para fabular historias realistas, sino también, y esto es lo más difícil, saber narrarlas con la hondura y sutilidad de los buenos escritores. Aún mejor, lo ha conseguido desde el lenguaje intransferible de su disciplina, el cómic -que domina ya como un maestro en la elección de planos y encuadres, en el uso de silencios y elipsis-, y con una sensibilidad netamente contemporánea.
Los protagonistas de las cuatro historias recogidas en Rubia de verano son veinteañeros urbanos que se mueven entre la frustración y la perplejidad, normalmente tras descubrir que la vida y las relaciones humanas no son fáciles ni sencillas, y que vivir resulta a veces el peor de los trabajos basura. La dolorosa revelación sobre la diferencia entre la vida real y la soñada (en la historieta titulada Alter ego), la resignada lucidez con la que una joven asiática en paro parece aceptar tanto la banalidad de la existencia como su incapacidad para adaptarse a ella (Escapada a Hawai), la angustia de unos pardillos de instituto discriminados precisamente por su sensibilidad e inteligencia (Amenaza de bomba), o el implacable instinto depredador que suelen mostrar los jóvenes bien parecidos frente a perdedores y depresivos (Rubia de verano): son sólo algunos de los temas sugeridos en estos cuatro relatos, publicados originalmente entre 1997 y 2002.
Conviene aclarar que Tomine es un autor adelantado a su edad que escribe sobre ella con el distanciamiento y la sabiduría de alguien que tuviese diez años más. Nunca cae en la obviedad ni la sensiblería gracias a un logrado tono neutro, seco, desabrido a veces, siempre en pos de la esquiva verdad esencial: en sus historias no hay finales satisfactorios ni respuestas definitivas, en todo caso un interés casi entomológico por mostrar las complejidades del comportamiento humano, que desafía al lector a preguntarse por estos personajes y, en última instancia, por sí mismo. Su atención al detalle estético en escenarios y atuendos, junto a una imaginería en blanco y negro de línea precisa, que bebe tanto del reciente cine indie norteamericano como de los historietistas Daniel Clowes (Ghost world, La Cúpula) y David Mazzucchelli (Ciudad de Cristal, La Cúpula), hacen además de Rubia de verano un brillante testimonio sobre cómo vivían los jóvenes del primer mundo en el cambio de milenio. No hay duda, Tomine posee la profundidad psicológica de la alta literatura y su trabajo, tanto por intenciones como por resultados, es un noble ejemplo a explorar por el futuro cómic adulto.
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Reseña publicada en el suplemento LIBROS de El Periódico de Cataluña (6/10/2005).
2 comentarios:
Muy buena crítica, si señor.
No por el contenido que ciertamente se habla con propiedad, sino de la manera de hablar de un cómic sin tener que explicar las grandezas de la narrativa gráfica.
Creo que es una torpeza el tener que explicar muchas veces la grandeza del comic. Es más fácil despertar la curiosidad, así, directamente sin explicar si es un libro, comic o película.
Con este comentario no quiero crear polémica...acabo de leer más abajo lo del Babelia..y no pretendo entrar en polémica.
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