martes, junio 19, 2007

OBRAS MAESTRAS

Hay quien dice que la historieta es un arte demasiado joven como para tener obras maestras. Una afirmación arriesgada, contra la que algunos argumentarían intentando remontar los orígenes de las historietas a las tumbas egipcias o al tapiz de Bayeux. Loable intento, sin duda, pero que posiblemente abriría un segundo debate más complejo todavía, el de la definición de historieta. Optemos pues por el pragmático empirismo, dando ejemplos de obras que se merecen sobradamente el adjetivo de magistrales. Y que se acaban de publicar en nuevas ediciones.

Niños. En los primeros meses de la transición, la revista Muchas Gracias acogió el punto de partida de una de las experiencias más demoledoras de memoria histórica que se han hecho en nuestro país: la primera de las historias de Paracuellos. Narrando la vida de los niños en los hogares de acogida del Auxilio Social, Carlos Giménez conseguía una impresionante crónica de la posguerra. Pequeñas anécdotas de la vida diaria de niños de grandes ojos y zapatillas raídas que se construyen a golpe de recuerdo, humanidad y ternura, para alzarse como un grito rabioso contra los horrores de una época que forma parte de nuestra historia. Las viñetas de Paracuellos son esencia destilada de sentimientos y pasiones, de los dolores y alegrías de unos niños que se contagian necesariamente al lector, logrando que la lectura de este tebeo sea una de las experiencias más emotivas e intensas que se puedan recordar. Con el título Todo Paracuellos, la editorial Random House Mondadori acaba de publicar una edición en un único volumen que recopila los seis álbumes de esta obra magistral. Una ocasión perfecta para entrar en nuestra historia, que puede ser complementada con la lectura de Barrio, continuación natural de la anterior y de la que acaba de aparecer la cuarta entrega, publicada primorosamente por Ediciones Glénat.

Ratones. Dicen algunos que Maus ganó el Pulitzer porque es un tebeo sobre el Holocausto. Para otros, es un tebeo que representa a los judíos como ratones y a los nazis como gatos. Sin embargo, me temo, en ambos casos los que opinan sólo se han quedado con la superficie de una de las obras más importantes que ha dado el noveno arte, porque Maus es bastante más: es la historia de la relación entre un hijo y su padre. Es una larga conversación entre Art Spiegelman y su padre, Vladek Spiegelman, prácticamente dos desconocidos; uno, artista buscando inspiración para hablar del genocidio nazi; otro, superviviente de un campo de Auschwitz que tiene que vivir condenado al recuerdo de lo que ocurrió. El testimonio vital de las atrocidades del campo de concentración va dejando lugar a un repaso sobre aquellas pequeñas cosas que dan sentido a la vida y que, quizás, se aprecian sólo cuando has visto el horror de cerca. Vladek y Art hablan de la vida, del amor y de la muerte, de las alegrías y de las penas, convirtiéndose así en un conmovedor relato sobre la fuerza de la vida y su rabiosa querencia a triunfar frente a la desgracia. Una obra fundamental, presentada ahora en un cuidado volumen que edita, también, Random House Mondadori.
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Álvaro Pons, hoy en Revista de tebeos de El País.

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