sábado, junio 16, 2007

LA CULTURA DEL FRAUDE

Me quedé corto en mis previsiones con respecto al inicio veneciano del Grand Tour. La peor de las bienales que he podido ver entregaba dosis elevadísimas de aburrimiento y academicismo. Aunque pensé que era un fraude total, lo que me decepcionaba no era la presunta «calidad museística» de las obras, como tuve que escuchar de labios de ciertos acólitos, sino la falta total de orden y concierto, la necesidad de imponer a machamartillo un canon sin asumir riesgos ni hacer otra cosa que aclamar lo que ya está desde hace años entronizado. (...) Aunque los abrazos se administraron a diestro y siniestro, la indignación ante el déjà vu y lo banal fue en aumento.

REINO DE FILISTEOS. La amalgama estetizante y la camarilla presta para lo que haga falta convirtieron el mundo del arte a partir de la década de los 90 en un pantano pútrido. Fumaroli nombra en El estado cultural el conformismo superficial y el murmullo retenido que acostumbra a señalar el reino de los filisteos. Y, sin embargo, hay un microclima de euforia contagiosa, un turismo cultural vertiginoso que colapsa todos los espacios. Tal vez una de las actitudes que más detesto de la familia o mafia artística contemporánea es la tendencia a no decir ni bajo tortura lo que se piensa, a participar del fraude con una frivolidad mayúscula y, sobre todo, con la certeza de que a fin de cuentas no importa nada sino tan sólo los beneficios que puedan obtenerse. A fuerza de oír hablar de «estrategia», «visibilidad» o «selección» hemos aceptado lúdicamente la ceguera frente al mamoneo.
¿Cuántas veces no habremos escuchado preguntas retóricas en torno a sandeces pretendidamente «sublimes»?, ¿Quién no ha sospechado que detrás de los elogios ditirámbicos se oculta el descarado amiguismo?
(...)
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Fernando Castro Flórez, crítico de arte y Profesor de Estética en la Autónoma de Madrid, haciendo amigos en el ABCD de hoy. Luego pone ejemplos concretos: entre otros, lo último de Tracey Emin (ese luminoso de la derecha es suyo), la capilla de Barceló en Mallorca y la ampliación del Prado a cargo de Rafael Moneo. Jean Nouvel y su "también sórdida" (sic) ampliación del Reina Sofía también pilla rasca de refilón. Y continúa con el modelo sentimental de pensamiento y crítica:

A nadie debe extrañarle el título que Storr ha puesto a su bienal-pompier: Pensar con el sentimiento, sentir con el pensamiento. Bonito juego que sirve para enterrar toda pretensión teórica y comenzar a columpiarnos en la emoción, en la maravillosa intuición, en la nostalgia de la belleza perdida. Generar conceptos o entregarse a la crítica es demasiado fatigoso y obliga a comprometerse. (...) No os andéis por las peligrosas ramas de la crítica, comenzad a sentir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que la ampliación de El Prado es para verla. Qué cosa más fea, anodina y autista. Como si hubiesen trasplantado un cubo de ladrillo de alguno de los barrios de la periferia al mismo centro de la ciudad. Lo peor es el efecto que hace adosado -literalmente- a la iglesia de Los Jerónimos: como un insulto que no cesa.

Unknown dijo...

Lo del disfraz de genio de Barceló está llegando a cotas de patetismo y ridículo preocupantes. Recientemente pude ver una serie de fotografías del pintor: Barceló rodeado de su corte recibiendo una montera en una plaza de toros de manos del torero; Barceló con una camiseta de rayas blancas y azul oscuro (en blanco y negro); Barceló andando por una calle de París hacia la galería en la que inauguraba exposición, con un montón de admiradores a su alrededor (también en blanco y negro)... !Todas imitaciones de fotos conocidas de Picasso!

Anónimo dijo...

Bueno, bueno, sí. Barceló se ha convertido en otro tunante, qué duda cabe. Pero a falta de ver lo del la catedral de mallorca, es por lo menos un buen pintor.

Con todo: tres oles por el artículo.

Anónimo dijo...

son GÍmenez!