sábado, julio 12, 2008

LA MANO QUE MECE LAS CUNAS OCCIDENTALES

Es este sin duda uno de los más importantes fenómenos culturales de nuestro tiempo: por primera vez en dos mil años, la mano que mece las cunas occidentales viene impulsada por una cultura oriental. Mucho se habla hoy de China, pero hasta el momento su influencia es predominantemente fabril. A los efectos culturales y espirituales hay que mirar al Japón. Pero antes conviene describir los antecedentes europeos en materia de cómic, limitando el análisis a dos grandes figuras ya mencionadas, e inseparables de los héroes que crearon: Hergé (Tintín) y Goscinny (Astérix).

Ambos autores llenan toda la escena durante esos años que los franceses llaman «les trente glorieuses» y que van desde el final de la segunda guerra mundial hasta la primera crisis del petróleo. Los «treinta gloriosos» serán vistos a no mucho tardar como un gran período clásico de la civilización occidental, y precisamente esa nota -el clasicismo occidental- es la que mejor define las respectivas obras de Hergé y Goscinny. El clasicismo artístico de Hergé (la llamada «línea clara») es evidente. Mayor importancia tiene el análisis de fondo de las aventuras de Tintín. Los años formativos de Hergé se desarrollan en la plenitud del renacimiento católico belga inspirado por el célebre cardenal Mercier. Tintín nace en las páginas del suplemento juvenil de un periódico católico dirigido por un sacerdote. Ello hace de Tintín un héroe cristiano, y como tal se declara el personaje en el lance más dramático de «Aterrizaje en la luna», aunque no habría hecho falta, porque todos los rasgos de su carácter responden a ese patrón. Goscinny representa otra corriente de la tradición europea: la sátira política y social, originalmente proyectada sobre la Francia contemporánea a través de sus antepasados galos, pero convertida en paneuropea por el cosmopolitismo, la finura intelectual y el brillante ingenio de su autor.

(...) Toda esta cultura popular europea está siendo parcialmente sustituida por otra de origen japonés, que se está imponiendo también en el resto del mundo. ¿Cómo explicar esta revolución? Era probablemente inevitable que la globalización trajera consigo cierto grado de desoccidentalización. Dicho de otro modo, aunque el principal motor de la globalización sea occidental, en ella han de intervenir elementos de otros hemisferios. (...) Debe reconocerse a Toynbee el mérito de apuntar, hace ya muchos años, la posibilidad de que en Japón apareciese una nueva cultura, basada en una amalgama de las tradiciones locales con las de occidente, y de señalar que «el impacto de Japón sobre el resto del mundo... se convertirá pronto en una cuestión de primer orden». Así ha sido. Pero, ¿por qué un impacto tan fuerte y por qué ha utilizado la insospechada vía de los cómics y de los dibujos animados? Hay que decir en primer lugar que el fenómeno de los cómics japoneses (los ya famosos «mangas») no tiene paralelo en el planeta. Mil millones de «mangas» se imprimen al año en Japón, lo que equivale al 40 por 100 del conjunto de libros y revistas.

(...) Cabe preguntarse, por último, si el fenómeno que se ha descrito no es sino el prólogo de algo más importante. Tal vez los «mangas» de más éxito internacional no sean exclusivamente una creación japonesa, sino un producto cultural de síntesis de lo japonés y lo occidental, una primera muestra de aquella aleación de culturas de la que habló Toynbee. Es pronto para decirlo, pero una cosa es cierta: el espectador de los efectos culturales de la globalización no puede apartar la mirada del sol naciente.


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Leopoldo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, hoy en la tercera de ABC

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