sábado, agosto 04, 2007

HOLIDAY

Emerge así, a lo largo del libro, el retrato complejo y enmarañado de una mujer dulce pero también agresiva; segura pero también indecisa; rebelde pero también sumisa; fuerte pero también débil. No hay una, sino muchas Billie Holiday, y todas ellas verdaderas. No hay nada que escoger, nada que aclarar. Aclarar -lo dice la propia palabra- es también desteñir, decolorar los contrastes. Y la característica más vital de Billie Holiday estriba precisamente en la contradicción, en participar de la vida desde perspectivas siempre diversas.

Reconstrucciones. Con Billie Holiday no es sólo la mejor biografía dedicada a la artista: es, pura y simplemente, la única posible. No obstante, sería injusto atribuir a Blackburn el único mérito de transcribir unas entrevistas realizadas por otra persona. Ya sólo ordenar y organizar todo aquel material tiene su mérito, pero la autora ha hecho mucho más: por ejemplo, aderezar el texto con reconstrucciones -breves pero eficaces- del entorno y la época en que vivió la artista: el difuso racismo de aquellas décadas, la fascinación de los músicos por las drogas, o las reacciones divididas de la comunidad negra ante la Segunda Guerra Mundial.
Para ser considerada una de las mayores cantantes de la historia del jazz, Billie Holiday tenía en su repertorio pocos blues; su especialidad eran las canciones. Aun así, su estilo interpretativo no difería, en lo sustancial, del de los grandes jazzmen de su época. «Me siento como si tocara un instrumento de viento. Intento improvisar como Lester Young o Louis Armstrong? No me gusta cantar una canción tal como es. Necesito cambiarla a mi manera», afirma en su autobiografía Lady sings the blues. Pocas cantantes se han sumergido tanto en las letras y la música de las canciones -incluso las más comerciales- para «re-crearlas» desde dentro y convertirlas en algo propio. Y lo hacía con una sorprendente economía de medios: una mínima retención rítmica, un pequeño silencio antes de una nota, un repentino cambio de registro?
Su estilo posee una riqueza de matices que se expresa desde la contención y no desde la expansión. En esto, Billie Holiday se distancia tanto de la sensualidad hosca y ardorosa de Bessie Smith como de la vital extroversión de Ella Fitzgerald. Su voz destila una amargura melíflua y distanciada, como si perteneciese a otra persona, aunque este rasgo -lejos de comunicar una sensación de frialdad- otorga a sus interpretaciones un tono más intenso aún. Para comprobarlo, es suficiente escuchar sus memorables versiones de My Man y Strange Fruit, esta última una canción de denuncia sobre los linchamientos de la gente negra en el sur de Estados Unidos.

Hado imponderable. «El amor es como un grifo que se abre y se cierra. A veces crees que se abre, pero está cerrado y seco». Así recita la letra de My Man casi un epitafio de la problemática vida amorosa de Billie Holiday.
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Stefano Russomanno, reseñando una nueva biografía de Billie Holiday, la que ha escrito Julia Blackburn. Hoy en el ABCD

BILLIE HOLIDAY, Muñoz & Sampayo:


STRANGE FRUIT:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Billie Holiday fue el ejemplo palpable y aplicable a todas las artes (cómic incluido) de que, más allá de unos recursos técnicos, lo importante es el sentimiento, lo que se tiene que decir y/o el como decirlo.
¿Cuantas voces "mejores" en términos estrictamente musicales de registro y de técnica vocal, se quedaron por el camino y hoy nadie las recuerda?

Pepo Pérez dijo...

completamente de acuerdo.