OTRAS MÚSICAS
Ayer estuve en una charla de Jordi Costa dentro del ciclo local LA MÚSICA CONTADA. La cosa va de hablar de música, normalmente de las canciones y músicos que más han marcado al conferenciante, y en tal ciclo he asistido a memorables charlas, como la de Kiko Veneno, y a otras no tan memorables, como la de Christina Rosenvinge, que apenas se la había preparado e improvisó malamente . Costa abordó el encargo desde una de sus especialidades, la "cultura basura", es decir, decidió seleccionar algunos músicos en función de su nivel de kitsch y de su pertenencia a esa llamada "cultura basura" sobre la que Costa llegó a comisariar una muestra en el CCCB de Barcelona. Y cómo se nota en este tipo de saraos quién es un profesional de la cosa y quién no, lo digo porque Costa se preparó su charla -algo que no todo el mundo hace, aunque parezca mentira- y en consecuencia le salió bien: fue amena, interesante y, a ratos, francamente graciosa. Costa eligió varios fragmentos de videos musicales que se proyectaban y que luego comentaba. Entre la selección de músicos "basura" hubo algún momento discutible que, al menos para mí, cayó en el terreno del freak hunter a lo Cárdenas (ese presentador de circo tipo parada de monstruos al que cordialmente detesto: viendo a Cárdenas reírse en plan "buen rollo" de los freaks que llevaba a Crónicas Marcianas, cuántas veces se me vino a la cabeza aquello que gritaba El Hombre Elefante, "NO SOY UN MONSTRUO, SOY UN SER HUMANO").
En cambio, otros momentos de la charla de Costa fueron ampliamente festejables, en especial dos en concreto: el dedicado al inconcebible Heino, un monstruo de la "canción ligera" alemana políticamente muy incorrecta (el tipo canta enterito el DEUTSCHLAND ÜBER ALLES con las estrofas prohibidas tras la II Guerra Mundial, y tiene miles de fans en su país), y, especialmente, el impresionante fragmento de un oscuro documental de 1975 dirigido por Antonio Isasi Isasmendi sobre Raphael titulado RAFAEL EN RAPHAEL, una película que a los dos días de su estreno en cines fue retirada de distribución sin que nunca se hayan esclarecido las causas oficiales. Oficiosamente, se dice que fue debido a las críticas -en clave izquierdista de la época- a Raphael que ofrecía a la cámara una estudiante universitaria muy redicha (que, al parecer, era en realidad una actriz recitando un guión). En el fragmento seleccionado por Costa, más allá de las impagables intervenciones de Raphael, El Cordobés o José María Pemán, podía entreverse un potente retrato sociológico de la época que a mí me dejó con la curiosidad de disfrutarlo entero. Ya sólo por ver a un joven Raphael en pleno apogeo de su éxito mundial hablando de sí mismo merecía la pena, pero, como digo, todo lo demás, los personajes entrevistados, el contexto, las señoras de la calle que opinaban, era interesante per se. En fin, ya en la ronda de preguntas quise hacerle una a Costa pero me corté y al final, nada. Básicamente, la pregunta era que si este gusto e interés nuestro por la "cultura basura" (un interés irónico, no literal y hasta cierto punto condescendiente) es un fenómeno bastante reciente, que lo es porque sólo tiene unas pocas décadas y parece obedecer a algo más global, la mirada posmoderna, a qué razones según él podría deberse y qué podría decirnos sobre el pensamiento del hombre contemporáneo. Occidental, por supuesto.
7 comentarios:
qué bonito resumen! hostia, pues tenías que haber preguntao eso, mira tú. curioso.
EL Sr. Mostrenco es un maestro y un gran tipo.
Yo he comprobado personalmente cuánto se avergüenza el aleman de la calle, cualquiera que sea su edad, cuando le preguntas cómo acudir a un concierto de Heino.
Mmm... Heino tiene un aire a lo Christopher Walken en esa imagen
Coño es verdad...sisisisi,
bailara como el??, joer, cuando le vi en el video con los fatboy slim lo flipe,lo hace de miedo.
Pepo! Tu pregunta era más que pertinente, porque verdaderamente tiene algo de enigma ese proceso de reapropiación irónica que lleva a la fagocitación lúdica de la cultura basura. Aunque, desde luego, está directamente relacionado con la mirada posmoderna -que, entre otras cosas, recicla contribuciones marginales a la alta cultura y formula relecturas distintas de obras tradicionalmente pertenecientes a ésta- se me ocurren varias cosas más. En primer lugar, es un acto que arranca de cierta posición de jerarquía: quien se pone a Los Chunguitos después de guardar cuidadosamente el vinilo de, pongamos, los Pixies, lo hace con una mezcla de condescendencia y placidez, porque él es capaz de elevarse por encima del vulgo y disfrutar irónicamente de esos desechos de la cultura popular. Hay, pues, cierta soberbia en su gesto. Y esto, claro, tiene que ver con el hecho de la descontextualización, en la medida en que se trata de obras concebidas SERIAMENTE, y dirigidas a un público concreto, que las disfruta literalmente. De hecho, cuando el freak se disfraza de freak -cuando el irónico se disfraza de Raphael- el asunto no funciona. El Kitsch es siempre involuntario. Verdaderamente, si hay que relacionar este fenómeno con algo es con el declive de la Alta Cultura, o Cultura Culta, que aunque sigue cultivándose por parte de las élites -sí, hay quien lee 'La Montaña Mágica'- ha perdido su aura, o capacidad de generación de estatus; al menos, en nuestro lamentable país, donde el lector es un sabihondo, etcétera. Porque -sigo- la reapropiación irónica de la cultura basura es también una forma de quitarse de encima el muerto de la Profundidad: su disfrute es superficial, se agota en el acto mismo de la 'rareza', en la carcajada colectiva donde unos se reconocen a otros como más sagaces, más despegados de convenciones obsoletas, más cool. Quiero decir que hay una forma de disfrute delirante de lo kitsch que es divertida y puede enriquecer al gran arte con nuevos códigos, etc., pero también que esta mirada, si se queda en eso, es anodina y tediosa, porque sólo se alimenta de una extraña forma de autofagia que no conduce a ningún sitio. Raphael es un personaje, claro, pero ¿y qué? ¿No tiene un límite el interés que presenta la Cultura Basura? Posmodernidad es Borges y posmodernidad es el mejor Tarantino, pero no bailar La Chatunga sólo porque visto Luis Aguilé desde una perspectiva distinta a la suya propia -y fuera de la cual no tiene ningún valor, a diferencia de, pongamos, Shakespeare- resulta divertido. Esto también tendría que ver con la hinchazón del humor, como forma abusiva de comunicación contemporánea, pero ya me he extendido demasiado. Y, precisamente, me estoy poniendo demasiado serio.
"De hecho, cuando el freak se disfraza de freak -cuando el irónico se disfraza de Raphael- el asunto no funciona. El Kitsch es siempre involuntario. "
Esto mismo, y con palabras parecidas, lo comentó también Costa en su charla.
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