EL KITSCH ES SIEMPRE INVOLUNTARIO.
verdaderamente tiene algo de enigma ese proceso de reapropiación irónica que lleva a la fagocitación lúdica de la cultura basura. Aunque, desde luego, está directamente relacionado con la mirada posmoderna -que, entre otras cosas, recicla contribuciones marginales a la alta cultura y formula relecturas distintas de obras tradicionalmente pertenecientes a ésta- se me ocurren varias cosas más. En primer lugar, es un acto que arranca de cierta posición de jerarquía: quien se pone a Los Chunguitos después de guardar cuidadosamente el vinilo de, pongamos, los Pixies, lo hace con una mezcla de condescendencia y placidez, porque él es capaz de elevarse por encima del vulgo y disfrutar irónicamente de esos desechos de la cultura popular. Hay, pues, cierta soberbia en su gesto. Y esto, claro, tiene que ver con el hecho de la descontextualización, en la medida en que se trata de obras concebidas SERIAMENTE, y dirigidas a un público concreto, que las disfruta literalmente. De hecho, cuando el freak se disfraza de freak -cuando el irónico se disfraza de Raphael- el asunto no funciona. El Kitsch es siempre involuntario. Verdaderamente, si hay que relacionar este fenómeno con algo es con el declive de la Alta Cultura, o Cultura Culta, que aunque sigue cultivándose por parte de las élites -sí, hay quien lee 'La Montaña Mágica'- ha perdido su aura, o capacidad de generación de estatus; al menos, en nuestro lamentable país, donde el lector es un sabihondo, etcétera. Porque -sigo- la reapropiación irónica de la cultura basura es también una forma de quitarse de encima el muerto de la Profundidad: su disfrute es superficial, se agota en el acto mismo de la 'rareza', en la carcajada colectiva donde unos se reconocen a otros como más sagaces, más despegados de convenciones obsoletas, más cool. Quiero decir que hay una forma de disfrute delirante de lo kitsch que es divertida y puede enriquecer al gran arte con nuevos códigos, etc., pero también que esta mirada, si se queda en eso, es anodina y tediosa, porque sólo se alimenta de una extraña forma de autofagia que no conduce a ningún sitio. Raphael es un personaje, claro, pero ¿y qué? ¿No tiene un límite el interés que presenta la Cultura Basura? Posmodernidad es Borges y posmodernidad es el mejor Tarantino, pero no bailar La Chatunga sólo porque visto Luis Aguilé desde una perspectiva distinta a la suya propia -y fuera de la cual no tiene ningún valor, a diferencia de, pongamos, Shakespeare- resulta divertido. Esto también tendría que ver con la hinchazón del humor, como forma abusiva de comunicación contemporánea, pero ya me he extendido demasiado. Y, precisamente, me estoy poniendo demasiado serio.
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Manuel Arias, en los comentarios.
3 comentarios:
De puta madre Manuel Arias...
Lástima que -ignoro por qué- no pueda acceder a la página de comentarios de donde ha salido esto... Me gustaría saber de qué iba el debate, etc...
Lo cierto es que, aunque te haya dado la sensación de haberte "puesto serio", la exposición ha sido concisa y ultra certera. No te podías haber explicado mejor al respecto en menos espacio... Olé también al "seleccionador del fragmento" (Pepo, supongo).
Y tienes toda la razón. A mí ya me agota tanto bizarrismo y vacile de consumidor de basura con la altivez de saberse alejado del pestazo por consumirlo de manera irónica o autoconsciente... Si, claro, se pueden aprovechar los tuétanos, por supuesto... Pero, mucho me temo que, por lo general se trata de ennoblecer un consumo burdo, ese "quitarse de encima el muerto de la Profundidad". Pero tarde o temprano, la autoconsciencia te abandona y el pestazo a muerto viene más de la superficialidad del consumo de la cultura (en este pais) que de las profundidades en sí...
De nuevo me quito el sombrero.
Lo dijo en el post sobre la charla de Jordi Costa, Alfred. Mira ahora el enlace, lo he reparado y ya rula.
Me imaginaba que iría por ahí la cosa... El pope del bizarreo...
Gracias, Pepo. Voy a leerlo...
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