DEAD SOULS

Ian Curtis tenía 23 años cuando se suicidó en su domicilio de Manchester, el 18 de mayo de 1980. Su banda, Joy Division, sólo había editado un disco, Unknown Pleasures, pero su sonido oscuro y sus letras pesimistas ya les proyectaban como uno de los grupos punteros del bullicioso Manchester de finales de los 70. Entre su legado brillan joyas como Transmission y, sobre todo, Love will tear us apart, una bella balada. Al parecer, la epilepsia, el fracaso de su matrimonio y la depresión fueron demasiado para el joven Curtis.
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En el País ya enlazan al Tubo con normalidad. En este caso en el artículo de Abel Grau, acerca del estreno en Cannes de CONTROL, el biopic sobre Joy Division que ha rodado el fotógrafo Anton Corbijn y que al parecer ha gustado hasta a los propios protagonistas reales que han visto la película.


(El actor Sam Riley, que encarna a Ian Curtis, junto a Stephen Morris, batería de Joy Division y de su banda heredera, New Order)

A Joy Division se la ha mitificado tanto por su música, avanzada a su tiempo, honda, extraña y a veces inaprensible (y que acabó a la larga influyendo en un sinfín de grupos), como por su abrupto y prematuro fin tras el suicidio de su líder, Ian Curtis, justo cuando su carrera despegaba y prometían convertirse en la mejor banda de su época. Un domingo de hace ya 27 años, el 18 de mayo de 1980, Ian Curtis, solo en su casa tras convencer a su esposa de que pasara la tarde con sus padres, vio STROSZEK de Werner Herzog en la tele, puso a sonar The Idiot, de Iggy Pop, escribió una nota a su esposa y se ahorcó en la cocina. De las cenizas de Joy Division surgió New Order, pero ésa es otra historia.

TRANSMISSION, Joy Division. Ian Curtis vive:



Colección de versiones de Joy Division (gracias, niña)