martes, mayo 22, 2007

NUNCA SE CONVENCE A NADIE DE NADA

Pregunta. ¿Por qué ha decidido recoger ahora sus ensayos sobre la guerra?

Respuesta. Me lo sugirió el editor y acepté porque he escrito mucho sobre la guerra. Además, nunca se convence a nadie de nada, y me pareció que había que repetir, aunque siempre es en vano. Pero no todo es recopilación, hay cien páginas sobre la segunda guerra de Irak que sólo habían sido publicadas en periódicos.

P. ¿Ha sido, entonces, por la necesidad de insistir en la ilegitimidad de todo empleo de la fuerza, que es lo que parece desprenderse de sus ensayos?

R. Yo no recurriría aquí a la legitimidad, porque es un concepto que surge cuando hay enfrentamiento militar, o terrorismo. Las armas son el origen de la legitimidad. El vencedor es el legitimado, y el legitimador, el vencido. En el ensayo de Walter Benjamin sobre la violencia se dice que, en los tiempos más primitivos, el tratado de paz representaba la aceptación de los derechos de guerra del vencedor por parte del vencido.

P. La violencia como creadora de derecho.

R. La noción de legitimidad pertenece, en efecto, a esta estructura, es la ratificación de una victoria por parte del vencido. Luego, a la legitimidad se le han podido añadir muchas cosas. Pero es una ilusión pensar que con un bañito de democracia o como queramos llamarlo se puede suprimir la legitimidad como sustrato de violencia que permanece.
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Rafael Sánchez Ferlosio, en una entrevista de José María Ridao para El País, donde también se habla del 11-S y el terrorismo islamista, la represalia estadounidense contra Afganistán, la invasión de Irak y los mecanismos de la amenaza y de las guerras modernas, entre otros temas.

5 comentarios:

j. dijo...

¡El gran Sánchez Ferlosio!

Servidor recomienda, fervientemente, la lectura de Vendrán más años malos y nos harán más ciegos y La hija de la guerra y la madre de la patria. Dos libros de ponerle a uno la cabeza del revés, aunque fuese únicamente por el castellano maravilloso en que están escritos.

Y luego, todo lo demás (aunque se recomienda hacer a un lado, al menos provisionalmente, los ensayos sobre lingüística, por complicados, y el titulado Eran Yndias equivocadas y malditas... que creo que marra el objetivo).

Un saludo.

santibilbo dijo...

Apabullante y contundente:La violencia como generadora de la ley.Legitimidad como aceptación del amo.Weber era un ingenuo o un dorador de pildoras.Como mucho se puede aspirar a que la arbitrariedad mengue por verguenza, se ajusten contrapoderes que compitan por ahostiar mejor y se apropien de su parte del pastel.Que no nos jodan demasiado

j. dijo...

Santi, eso es tan así como que la Segunda guerra mundial es la creadora del orden internacional que la sucedió. Mira los miembros del Consejo de seguridad de la Onu: son los vencedores. Eso no quiere decir que el amo de cada finca -los dos bloques, antes- se recree en en el abuso y la arbitrariedad: el abuso se producirá únicamente a efectos ejemplarizantes, por tanto, sólo en ocasiones y con gran resonancia publicitaria; la arbitrariedad, imposible, porque su autoridad, y esto es la característica fundamental, descansa en que es quien establece la ley moral, una ley moral que al primero que le obliga es a él (a la vez que le/nos oculta que también es el primer beneficiario de ésta). Reagan, cuando comparo el gobernar con llevar un rancho, acertó de pleno: puede estar bien o mal gestionado, pero el reparto de papeles es el que es.

Un saludo!

santibilbo dijo...

Ojala le obligara su propia ley moral( en principio,bastante universal y con la mayor aplicabilidad).Arbitrariedades cotidianas, hay bastantes creo.Pero exageraba bastante, de hecho considero este estado el más civilizado y el que más garantías ofrece desde que el Neolítico nos hizo sedentarios.Sólo que el papel de la violencia en la genealogía social nunca está de menos que se debata

Pepo Pérez dijo...

no sólo que se debata, sino que se conozca. Saber de dónde venimos, es decir, qué violencia impuso su legitimidad, es algo básico para entender tu presente. También para comprender cómo se puede cambiar dicha legitimidad, que en sociedades como las nuestras creo que debe ser despacito y con buena letra. Es decir, pacíficamente y sin violencia.