LA MEMORIA Y EL TESTIMONIO

Bart Beaty tenía razón. EL FOTÓGRAFO, de Didier Lefèvre, Emmanuel Guibert y Frédéric Lemercier, es una completa obra maestra que cobra todo su sentido tras leer su tercer y último volumen, y ese sentido está hasta en la última de sus páginas. Si el primer volumen documentaba el viaje de ida del fotógrafo Didier Lefèvre -recientemente fallecido- con una expedición de Médicos Sin Fronteras al Afganistán invadido por los rusos de 1986, y el segundo volumen hacía lo propio con la tarea de esos médicos una vez llegados a su destino, este tercer álbum está dedicado al duro camino de vuelta de Lefèvre. La integración entre fotografías y viñetas es absoluta en este último libro y, como digo, esa extraña combinación de imágenes y distintos lenguajes visuales alcanza todo su significado, especialmente en determinados momentos de la segunda mitad del álbum e incluso en las páginas finales, necesarias para dar un sentido pleno a la obra. Ahí, en el epílogo, está todo, o se deduce todo: cómo se hizo la serie, por qué se hizo así, por qué recurrir a la mezcla entre memoria (reconstruida en viñetas) y testimonio documental (el que dan las fotografías). No es sólo eso, por supuesto: es también la calidad de la escritura, el tempo de la narración, la reflexión gráfica que existe detrás de los dibujos, de la planificación, del diseño de página, de los colores. Sin ánimo de exagerar, creo que estamos ante la obra maestra más clara que ha dado la historieta francesa en lo que llevamos de década.