sábado, noviembre 17, 2007

LA REVOLUCIÓN FRANCESA.


En 1992, Jean-Christophe Menu decía que quedaba «mucho trabajo por hacer para admitir la existencia de una historieta liberada de sus tópicos y de su imagen vulgar e infantil». Lo hacía en un texto donde defendía «una idea literaria de la historieta», frente a las corrientes más orientadas a la experimentación plástica de varias de las escuelas de cómic vanguardista que estaban surgiendo en Europa. Menu era -y sigue siendo- el ideólogo del grupo francés L'Association, un colectivo de autores surgidos de la escena de los fanzines de los 80 que se autoprofesionalizaron durante los 90. Los fundadores fueron el propio Menu, junto a Stanislas, Mattt Konture, Killoffer, Lewis Trondheim, David B. y Mokeit, que pronto les abandonaría para dedicarse en exclusiva a la pintura.

Un nuevo esquema. L'Association se definía por oposición a la gran industria francesa, dominante comercial y culturalmente en toda Europa desde la posguerra con la implantación de la fórmula Tintín y Spirou: aventuras juveniles realizadas con altos estándares de calidad que se serializaban en revistas para ser posteriormente recopiladas en álbumes, libros de tapa dura caros y coleccionables. Este esquema, que se basaba en los personajes estrella, y que había sido puesto en cuestión al menos en ciertos aspectos por los renovadores del cómic adulto de los 70 -desde Tardi a Moebius, pasando por Crepax y Pratt-, era rechazado de plano por L'Association, que se definía no como editorial, sino como agrupación de dibujantes, y que ponía el acento no en los personajes, sino en los autores. Al mismo tiempo, utilizaba el blanco y negro con un valor de resistencia frente a la comercialidad del color, y buscaba formatos más libres y más próximos al concepto de novela que el rígido álbum de 46 páginas. (...)

Santiago García, hoy en el ABCD, en un artículo sobre la nouvelle BD titulado LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Sigue leyendo

----------

Persépolis, de Marjane Satrapi, es el libro que mejor ha denunciado el régimen islámico de Irán. Su género, el cómic, y las particularidades de su edición tomo a tomo, hasta llegar a cuatro, durante varios años, han hecho que su relevancia como magnífico testimonio político se haya diluido un poco. Persépolis (Norma) es un libro tan importante, como evidencia del horror totalitario, como los de Primo Levi, de Solzhenitsyn, de Manea, de Appelfeld... y, también, como ellos, una verdadera obra de arte.

Persépolis, la película, es también una denuncia, sin concesiones, al régimen islámico; pero su influencia va a ser mucho mayor, más contundente. Y resultaba muy necesaria una respuesta cinematográfica, teniendo en cuenta que el régimen islámico de Irán utilizó en el exterior el cine «cultural» durante muchos años con propósitos propagandísticos, de los que no se libró ni siquiera Abbas Kiarostami, como cuenta Alberto Elena en su monografía sobre el autor de A través de los olivos, escrita durante el «optimismo» por la propuesta del «diálogo de civilizaciones» de Jatami. Aunque, obviamente, Persépolis se haya tenido que realizar en el exilio, dirigida por la propia Marjane Satrapi y por el también dibujante Vincent Paronnaud, Winshluss, cuyo trabajo no ha sido todavía recogido en álbum en España. Persépolis, el libro y la película, son testimonios sobre otro totalitarismo del siglo XX, el islamismo, parejo al fascismo y al comunismo en su odio al ser humano y en su psicopatía sin freno. (...)

Félix Romeo, hoy en el ABCD, en un artículo sobre la adaptación al cine de PERSÉPOLIS titulado EN EL INFIERNO DEL FANATISMO. Sigue leyendo

2 comentarios:

Jose A. Serrano dijo...

"Su género, el cómic"

Qué manía de decir que el cómic es un género, por Dios. Un medio, es un medio donde caben todos los géneros (ciencia-ficción, western, aventuras, humor, drama...), a ver si conseguimos que lo acaben pillando. En fin, por algo se empieza.

Anónimo dijo...

Creo que es porque lo considera género literario... como la poesía, el ensayo...