EL CIELO PUEDE ESPERAR
Si el otro día le metía caña a nuestra querida Carmen Calvo, esa Ministra de Cultura tan enrollada, justo es ahora, y con razones de mucho mayor peso, traer a colación aquí a los lumbreras del PP.
Me refiero, claro, a que finalmente han decidido presentar su fantástico recurso de inconstitucionalidad contra la Ley que ha permitido el matrimonio homosexual. Un recurso que, así lo creo y espero, no va a prosperar.
Primero, porque por mucho que se pongan los PPeros, la Constitución NO da una definición de matrimonio, cosa que por cierto no es misión de ella sino de las leyes. Porque la Constitución es una norma fundamental, muy abstracta y general, con una vocación de vigencia a largo plazo. En cambio, las leyes son normas más concretas que pueden definir las instituciones -como el matrimonio- de una manera cambiante, con arreglo al concepto que la sociedad de cada época tenga de esa institución. Leyes que, recordemos, aprueba la mayoría del Parlamento. Parlamento que ha sido elegido por los ciudadanos.
Segundo, porque el principal argumento del PP es que la ley que legaliza el matrimonio gay es "discriminatoria". Insólito caso, el primero del que tengo noticia, de que a una ley que amplía un derecho a colectivos que antes no podían ejercerlo se le tacha de inconstitucional por "discriminatoria". Un derecho que, por cierto, hemos de recordarlo por enésima vez, es eso mismo, un derecho. No un deber. No es obligatorio casarse... afortunadamente, añadiría yo.
En El País digital de hoy comparan punto por punto las sólidas argumentaciones del PP respecto a la Constitución. No se lo pierdan.
Les dejo con algunos fragmentos del artículo titulado MATRIMONIO HOMOSEXUAL: EL CIELO PUEDE ESPERAR, que Sebastián Escámez (profesor de Ciencia Política y colaborador de CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA y EL PAÍS), escribe en la revista ROCK DE LUX de septiembre. Lo suscribo punto por punto.
Y recuerden: no hay que ser gay para defender los derechos de los gays. Porque, como dice Sebas Escámez, nadie puede ser libre si no lo es su vecino.
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"APOCALYPSE SHOW
Con todo, lo más penoso de que se volviese a cuestionar [en un recurso de inconstitucionalidad] la legitimidad del matrimonio entre personas del mismo sexo es la injusticia que se cometería contra los homosexuales y contra sus familias. Que se proclame la libertad jurídica, formal, de todos para decidir si casarse o no y elegir con quién, debe servir para acabar con la falta de normalidad con la que todavía las parejas homosexuales son percibidas en demasiadas ocasiones. Esta visión deformada resulta inaceptable, pues daña la libertad material, la libertad de hecho de gays y lesbianas para vivir a su manera sin más cargas que las que nos toca soportar a los heteros. Y no sólo la de ellos: los prejuicios también son un lastre para quienes desde hace tiempo tienen dos padres o dos madres, al convivir con su padre o su madre legal (por biología o adopción) y con la pareja homosexual de éstos. Y son un lastre para todos y cada uno de nosotros, porque nadie puede ser libre si no lo es su vecino. Precisamente por esta justa y necesaria igualdad de consideración social, y no sólo legal, que merecen las uniones homosexuales sería triste que se volvieran a oír las apocalípticas consignas de los enemigos del matrimonio entre personas del mismo sexo. Y porque lo que nos jugamos es también la normalización, debe denominarse “matrimonio” a las uniones homosexuales y no valen sucedáneos.
Sobre este asunto de la denominación no se puede pasar de largo. Cuesta creerlo, pero toda aquella gente no se manifestó en contra de que las parejas de un mismo y de distinto sexo tuvieran los mismos derechos. Esta igualdad no era lo que amenazaba la persistencia de la sociedad, no era la causante de “la más grave crisis sufrida por la sociedad española” ni de las “torturas psicológicas” padecidas por los católicos: ¡el problema era el nombre! ¡Que se llamase “matrimonio”! Bueno, eso y que se reconociese el derecho a la adopción; un reconocimiento que, por cierto, también tiene mucho de cuestión simbólica.
TÓTEM Y TABÚ: EL VALOR DE LOS SÍMBOLOS
La cuestión de la adopción es delicada. Aunque nadie lo diría en vista del modo en que maltratamos a los niños por medio de la televisión, como buenos miembros de la especie consideramos la protección de los cachorros un principio básico del orden colectivo.
(...) antes de la polémica reforma legal de la que hablamos, un adulto ya podía ser tutor legal de un menor, e incluso adoptarlo teniendo una pareja de su mismo sexo. Esto ha venido ocurriendo en España desde hace algunos años sin mayores dificultades, de lo cual se infiere que la mayor trascendencia social de que se reconozca a las uniones homosexuales el derecho a adoptar es de orden simbólico. Y lo mismo puede decirse del derecho a contraer matrimonio: ambas reformas suponen, más que nada, la sanción oficial de un nuevo modelo de familia. Aquí está el problema.
Lo que más repugna a la mayoría de quienes se oponen al matrimonio homosexual y al derecho de las parejas homosexuales a adoptar es que todo esto viene a reafirmar jurídicamente un proceso que desde hace bastante tiempo se viene forjando: la transformación de la familia en algo que no siempre coincide con el modelo tradicional de una pareja heterosexual unida con el propósito de procrear. Tal proceso representa una catástrofe para quienes mantienen determinadas creencias tradicionales o religiosas. Y sin embargo, estas creencias, por más derecho que tengan sus partidarios a cultivarlas, no pueden establecer el contenido de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. Desde que las guerras de religión asolaran Europa, durante los siglos XVI y XVII, sabemos que la convivencia en una sociedad plural sólo es posible si el Estado renuncia a imponer una moral particular.
Resulta difícil no sentirse agradecido por el interés que algunos de nuestros paisanos muestran en suprimir cualquier tentación que nos aleje del camino de la gloria eterna. Pero, ahora que las nuevas bodas prometen un revival del amor romántico, muchos pensarán que el cielo puede esperar. Otros seguiremos pensando que lo que puede esperar es el matrimonio. En cualquier caso, bendita libertad."
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(imágenes: portadas de los cómics WENDEL, de Howard Cruse, y de UNAS BOLLOS DE CUIDADO, de Alison Bechdel. Ambos editados en castellano por Ediciones La Cúpula).
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