martes, agosto 16, 2005


QUÉ CAUSALIDAD

Me escribe M. un mail donde me copia, a cuento de otra cosa, una cita del libro que está leyendo, una biografía ilustrada publicada por Taschen (2005) y escrita por Douglas Keesey (con edición de imágenes y diseño de Paul Duncan) sobre PAUL VERHOEVEN, buen director de cine con algunas muy buenas películas.
[_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _: rellenen la línea de puntos con sus películas favoritas de Verhoeven]

Miren lo que en dicho libro afirma Verhoeven, tipo holandés, recuerden, no norteamericano aunque haya hecho sus películas más famosas al otro lado del charco: "En Estados Unidos existe una enorme confusión sobre la diferencia entre correlación y causalidad. No hay ningún dato que demuestre que la violencia en el cine cause actividades violentas en la gente. Las mismas películas violentas norteamericanas se ven en Europa Occidental y los espectadores no parecen tener reacciones violentas. ¡Y eso que ven las mismas películas! La única diferencia entre Estados Unidos y Europa Occidental es que en Europa Occidental es muy difícil conseguir un arma".

Y el autor del libro, Douglas Keesey, afirma en otra parte que "el tratamiento formal e inteligente que hace Verhoeven del sexo y la violencia es precisamente el tema principal de este libro".

El otro día hablaba aquí, en unos posts más abajos, de la violencia en la ficción, fórmula mágica a la que pueden añadir el sexo, fuente según algunos de todos los problemas de la vida real, o de los asesinos o violadores reales. A mí lo que me asombra es que a estas alturas se siga hablando de esto. ¿Qué problema tienen algunos con la violencia y el sexo en la ficción, incluso aunque sea excesiva que nunca "gratuita" (ya saben, nunca es gratis, hay que pagar siempre por verla)? ¿A estas alturas? Yo pensé que esto era una asignatura superada.

Porque, así, a ojo de buen cubero, yo diría que el 85% de la ficción (sean tebeos, cine, literatura, etc., da igual) está llena de sexo y violencia, sea de un modo explícito o implícito. Al ser humano le interesa, y siempre le interesará, ver sexo y violencia en la ficción porque de eso justamente está hecha la vida. Y consumimos ficción para intentar comprender la vida, o bien para entretenernos y así sobrellevarla mejor. En definitiva, para ser más felices. Entonces, y más si esa violencia y ese sexo están al servicio de una historia que importa, que interesa, que nos explica a nosotros mismos, ¿qué problema hay?

Ahí es donde yo quería llegar. Como este blog, a estas alturas ya se habrán dado cuenta, va de cómics, enlazo. Lo que quiero explicar no tiene que ver con Verhoeven pero sí con el sexo y la violencia. ¿Saben qué tebeo me leí el otro día que estaba repleto, de cabo a rabo, de violencia (bastante bestia, por cierto) y de sexo, ambos al servicio de una historia cojonuda? No, no era ningún tebeo de Miller. Se trataba de un álbum de la "bande desinée" francesa (historieta en galo, vaya: en adelante, diré BD) titulado ISAAC EL PIRATA 3: OLGA, de Christophe Blain, que desde aquí les recomiendo como lo que es: un tebeo sensacional de uno de los mejores historietistas que hay ahora mismo en el mundo. Sin exagerar. De ISAAC EL PIRATA ya se han publicado cinco álbumes en Francia y en España, de momento, tres (el tercero se ha editado en castellano no hace ni un mes y lo tienen ya en sus librerías). La serie es, por etiquetarla, un tebeo de aventuras (súbgenero piratas) de autor: porque, se lo digo ya, aquí hay una de piratas con una visión propia y personal, muy alejada de los caminos ya pisados por el género.

¿Que por qué? Blain es un autor que está explorando el lenguaje de la historieta contemporánea, y aportando algunas innovaciones importantes, sobre todo en el tratamiento de las historias. Es un guionista de tomo y lomo, cuenta historias que importan, y sabe contarlas con ritmo cadencioso (también muy personal, por cierto) y un uso de la elipsis asombroso. Presten un poco de atención a lo que se ve y lo que no se ve en ISAAC EL PIRATA, porque las escenas que Blain omite en el guión suelen ser tan o más importantes que las que nos enseña. Decididamente, este tipo sabe lo que es cómic adulto, porque deja espacio al lector y no se lo explica todo sino al contrario: en lugar de explicitar el significado de sus personajes en los diálogos, poniéndoles en la boca cuáles son sus conflictos interiores y motivaciones (fatal), Blain les define por sus acciones (bien), que es siempre lo más difícil para un guionista: es, de hecho, lo que hacen los buenos guionistas contemporáneos; los malos se limitan a escribir diálogos explicativos.

Y eso es más difícil porque entonces el guionista tiene que imaginar qué escenas y qué acciones deben realizar los personajes para dar a entender lo que se quiere dar a entender y, además, como en este caso, dejando la puerta abierta a las múltiples lecturas. Sin "obligarle" al lector a interpretar la historia en un único sentido. Todo esto, por supuesto, aporta humanidad y hondura psicológica a los personajes, porque aquí los viajes interiores del pintor Isaac, su chica Alice, el capitán Jean o el pirata Jacques son mucho más importantes que los viajes físicos por el mar o por el París del XVIII. Hay un crecimiento, un movimiento interior en ellos que no está explícito, sólo sugerido. Esa falta de subrayado, de explicitación, tiene un efecto fundamental: nos desafía a intentar comprender a los personajes, a preguntarnos por qué actúan como actúan, cuáles son sus motivaciones. Y, en ese proceso, por supuesto, hacen también de espejo en el que mirarnos -entendernos- a nosotros mismos. Es eso, justamente, lo que hacen los mejores escritores y cineastas. Afortunadamente, tenemos también historietistas capaces de hacer lo mismo, y al máximo nivel.

Además de excelente guionista, Blain es también un estupendísimo dibujante, y no sólo porque tiene un estilo muy bonito y expresivo: fíjense en las viñetas que he puesto ahí arriba, qué puesta al día tan moderna y caricaturesca ha hecho de los ilustradores del siglo XIX o de dibujantes como Edward Gorey, qué vida tienen sus personajes (y qué color, de Walter & Yuka, tan narrativo, tan ajustado, tan magnífico). Blain también es un dibujante extraordinario porque piensa mucho lo que dibuja antes de dibujarlo: todo lo que hace en la página lo hace por algo, y su composición de página, si observan un poco, está mucho más estudiada de lo que parece. Y no lo parece porque Blain lo oculta, porque quiere ser discreto y hacer invisible al lector, sumergido en la historia, los hilos del demiurgo que está tras ella. Porque, ya lo saben, el arte verdadero suele ocultar el artificio.
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(imagen: viñetas de ISAAC EL PIRATA 3: OLGA, © Christophe Blain, 2002; Norma, 2005. La tercera viñeta procede de una página distinta a las dos primeras)

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