"AYÚDALE A CAMINAR”
Por el post anterior se habrán percatado de que reincido en mi mala conducta como “crítico implacable”, que sigue manteniendo una “actitud destructiva” que en poco o nada ayudaría al cómic a salir de su gueto. Todo merced a mis “improperios” –que al menos intento argumentar, eso me lo reconocerán- hacia los tebeos que me parecen mal. Y es que, ya se sabe, criticar siempre es “fácil”.
Por el contrario, la actitud predominante en la crítica de cómic en nuestro país suele ser (con excepciones) la contraria: benevolente, condescendiente, blanda. Al parecer de este tipo de crítica, todo tebeo tiene su lado bueno, incluso el más malo y también el peor hecho, porque con la estrategia de las alharacas y los ditirambos, se supone, se estaría “ayudando” al medio para que encuentre más público y sea al fin reconocido por el mundo real como lo que por otra parte –no tengo la menor duda- es desde hace muchísimo tiempo: una de las bellas artes, y al mismo nivel que las demás.
En ese planteamiento de la crítica de cómic que yo denomino “to er mundo e güeno” se tendería, por tanto, a sobrevalorar los tebeos, tanto los buenos (y la mayoría de éstos pasan a ser definidos automáticamente como “obras maestras magistrales, inconmesurables e irrepetibles”, o algo así), como los no tan buenos (“entretiene y se deja leer, que no es poco dado como está el panorama”), y ya no les digo los malos (porque “en realidad tampoco están tan mal y, al fin y al cabo... sólo son tebeos” [!!!!!]).
Como decía la letra de aquella canción de aquel viejo anuncio de la Asociación de disminuídos ASPROMANIX: “Ayúdale a caminar/ necesita de ti/ de tu apoyo y tu aliento”. Con esta actitud “positiva” y “constructiva” hacia el cómic, en mi opinión, en realidad se está tratando al medio como si fuese un retrasado mental, como un ser desvalido que necesita nuestra protección y ayuda, al que debemos sobreproteger para que no se nos pegue el batacazo. En otras palabras, se está tratando al cómic, así lo pienso, como un niño al que le consentimos todo y todo le perdonamos con la esperanza de que un día llegue a ser el adulto que algún día deseamos que sea.
Sin embargo, yo, que amo y respecto este medio como el que más, pienso justo lo contrario. Todos sabemos qué sucede con los niños sobreprotegidos y consentidos, y a dónde llegan las personas a quienes no se trata como adultos responsables. Así que, como deseo un medio maduro y respetado por el mundo de ahí fuera, le trato siempre que puedo con verdadero respeto y verdadero amor.
Porque no creo que, de cara al gran público, al medio le haga ningún bien, antes al contrario, que exageremos las virtudes de tal o cual tebeo, o que vendamos como el oro y el moro lo que no pasa de ser una obra digna y aceptable, ni tampoco que etiquetemos todo de obra maestra magistral e irrepetible. Porque, ya lo sabemos, cuando todo vale lo mismo, nada vale nada. Y, sinceramente, no sé qué de positivo puede haber en –pongamos un ejemplo- que para convencer a un amigo (que nunca lee tebeos) de que se lea el cómic X (que es aceptable y digno pero tampoco excepcional), exageremos sus virtudes y le digamos que es la puta hostia y la polla en vinagre y la biblia en verso. Lo cual sucede día sí y día también en la crítica de tebeos en nuestro país. Porque, entonces, lo que pasará es que ese amigo, cuando se lea el cómic X que tanto hemos sobrevalorado por un amor mal entendido hacia el medio, nos va a decir, como yo tuve que oír en su momento, lo siguiente: “pues no era para tanto, hombre”, y probablemente no se va a leer ningún tebeo más.
Pues bien, este fenómeno de autocondescendencia comiquera es, si se fijan, algo insólito en al mundo real. Ahí fuera, en el mundo de las artes adultas (literatura, música, cine, artes plásticas, etc.), existe una crítica seria y rigurosa. Que es justa pero también implacable cuando debe serlo. Que sabe administrar los halagos pero también argumentarlos y razonarlos, lo mismo que las críticas, las cuales pueden –y deben- ser constructivas. Una crítica que sabe razonar los pros y contras de la obra criticada. ¿Por qué esta obra está bien, por qué mal, por qué regular? ¿Cuáles son sus virtudes, cuáles son sus defectos? ¿Qué pretendía el autor con ella? ¿Lo logró, no lo logró, y por qué? ¿Cuál es su significado, qué recursos emplea, qué técnicas utiliza, qué influencias tiene? No vale con decir “es mala” o bien “es magistral”. Si se hace crítica, hay que argumentar siempre por qué, tanto lo bueno como lo malo. Esto es lo que se hace ahí fuera. Fuera, por supuesto, de nuestro querido pero acomplejado Planeta Cómic. En el Mundo Real.
Así que, por favor, un ruego para quien quiera escucharlo, lanzado con todo el amor del mundo hacia los tebeos, con toda la pasión hacia el cómic, que yo siento como el que más: si de verdad quieren al medio, trátenlo como alguien responsable y maduro. Como la persona hecha y derecha que, a estas alturas y por derecho propio, ya es. No como si fuese un retrasado mental o un niño pequeño al que proteger para "ayudarle" a “caminar”. El cómic lleva caminando desde hace más de un siglo, y, por lo que parece, va a seguir aquí (estoy seguro de ello), así que no creo que a estas alturas le haga falta nadie que venga a cogerle con delicadez de los brazos para que no se caiga al andar, como si de un bebé de once meses se tratase. No le hace falta nadie que le susurre piropos exagerados, ni le haga arrumacos, ni le cante canciones de cuna... ni le hable como si fuese un niño idiota que no ha conseguido crecer. Porque si nos comportamos como cretinos, tratando con cretinez a nuestros queridos tebeos que tanto amamos, el mundo de ahí fuera nos seguirá mirando como cretinos, tal y como por otra parte siempre ha hecho. Y, desde luego, hay veces que no les falta razón para seguir viéndonos de esa manera.
Porque, recuerden: al amigo, a la persona amada, si de verdad se le quiere, si de verdad se le respeta, se le dice lo bueno pero también lo malo. Tanto lo que amamos en él como aquello que no quiere oír. Aunque le duela. Porque, gracias a eso, y no con la palmada condescendiente, podemos aprender de nuestros errores y crecer como personas adultas y responsables.
“No te dejaba escapatoria hacia autocondescendencias o fascinonerías varias. En cuanto te pones a enseñar… es como la amistad: las mejores amistades son las amistades que te dicen. Las amistades que te adulan, todo el chanterío, digamos, la imbecilidad facilona de la adulación, no es amistad, no es sentimiento claro. En el caso del viejo había a veces que aguantar algún que otro desplante, pero sumando o restando las cosas, prefiero un carácter así que la falsa amistad. Y siendo profesor, un sentido del deber moral te indica que es la forma de apreciar a la gente cuando estás transmitiendo técnicas, emociones. Entonces tenés que ser responsable, capaz de desilusionar, capaz de despertar, capaz de, no de herir, sino de criticar de manera que esa persona salga de una especie de indolencia. Porque yo me encuentro a veces en mi experiencia de enseñante con mucha gente que lo que me pide es que les enseñe la coartada para no trabajar”.
El historietista José Muñoz, hablando de (“el viejo”) Alberto Breccia, uno de sus maestros, en la entrevista que le hizo David Muñoz –transcripción de Esther Muñoz- en la revista U (número 13, noviembre de 1998).
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(imagen: viñeta de F.52, © guión de Lepennetier y Chaland, dibujo de Chaland, color de Beaumenay y Joannet, 1989, Ed. Les Humanoïdes Associés)
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viernes, agosto 19, 2005
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2 comentarios:
it was pretty awesome.
La imagen me mata...jaja
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