viernes, diciembre 23, 2005

ARF, ARF

José Antonio Serrano destapaba la "caja de los truenos" (en el cuadradito de NOSOTROS 3), al sacar a discusión el último álbum recopilatorio de Micharmut, ARF, publicado por Ediciones De Ponent este año. Como creo que el tema merece la pena, les cuelgo ahí el debate por si quieren participar:

José. A. Serrano: "Y por ejemplo, comics como ARF de Micharmut o SHADE de Milligan y Bachalo no me atraen lo más mínimo, y a Álvaro parece que le encantan. (..) Aunque en el caso concreto de Álvaro, no ha dejado de sorprenderme su infravaloración (en mi opinión) de las virtudes de We3, mientras que sin embargo que no hace mucho defienda el interés de un cómic como ARF de Micharmut (en mi opinión mucho más indefendible, y personalmente su portada solo me transmite la imperiosa necesidad de apartarlo de mi radio de visión lo más pronto posible y lamentar la quema de árboles para imprimirlo) "

El Pesi: "Y ARF tiene chicha, hombre. Ahí, precisamente, sí que no se dan las cosas mascadas, y hay profundidad, riesgo, y reflexión; y una rara belleza. Y, sobre todo, desencanto que no se disfraza, con el que no se pacta, que es probablemente lo que de verdad echa para atrás."



DCS: "A mí me encanta ver las ilustraciones de Micharmut, pero soy incapaz de leer sus tebeos. Y agradecería de verdad que de vez en cuando la gente que le aprecia como historietista se extendiera en argumentos medianamente explicativos (como sí se hace con otros autores), más allá de "O entras en su universo o no entras"; o sobradas del tipo "El valor del síncopa y la suma de los instantes elípticos son, más que un hallazgo capitelino de filigrana en el guión, el riesgo de la elección contundente de la basa" (J. Cuadrado en la solapa del álbum FUTURAMA)."



Álvaro: "Y sobre Micharmut... precisamente decir que es mirar cromitos me parece no haber entendido nada de lo que hace Micharmut. No son soluciones gráficas, son narrativas. Mira PIP, por ejemplo, todo un metaejercicio sobre la narrativa de la escuela valenciana de humor. La narración de Micharmut es otro peldaño, muy lejana a los cánones clásicos. En sus historietas el dibujo es parte de la historia de una forma como pocos autores consiguen. No es éste el sitio, pero me encantaría desgranarte álbumes como RAYA o ARF, brillantes hasta decir basta. En este último, además, juega con varios niveles de crítica, desde la evidente a la concepción clásica del arte a la experimentación de algunas de sus historias. Historias donde todo es narración. Entiendo a aquellos que "no entran" por su grafismo (pasa algo parecido con Durán), pero sus historias son increíbles, alucinógenas. Micharmut es de esos que se ha estudiado la narrativa clásica española, tanto de la escuela de aventuras como de humor para darle la vuelta y aportar nuevas vueltas de hoja."



Quien quiera, ya sabe, ahí tiene el cuadradito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me da la sensación, leyendo la defensa que de Micharmunt hace Álvaro, que pasa como con el New Frontier de Coocke: hay que haber bebido de determinadas fuentes para entrar con buen pie dentro de las obras propuestas. Yo no sé quien es Hal Jordan pero tampoco se mucho sobre "la narrativa de la escuela valenciana de humor".:-)

Anónimo dijo...

Antes de que caiga en el olvido absoluto, voy a decir la mía sobre el tema:

Para mí, como lector, echarme a los ojos una historieta de Micharmut es volver a la primera impresión que tuve con los tebeos, cuando aún no sabía leer las imágenes: un mundo de lineas sobre un plano, una maraña inextricable donde no hay fronteras entre texto, dibujo e incluso entre los elementos que el dibujo representa, que, en una segunda impresión, al ver qué se repite, ciertas pautas, de alguna manera se comienza a atisbar un orden, fascinante por aún incomprensible. Todo es imaginable y maravilloso porque aún no se han ordenado las piezas y simplificado y reducido a uno los posibles sentidos del relato. En ese no saber, en esa duda, el lector crea y descubre, descubre y crea, y ese proceso es un inmenso placer porque es una aventura en la que uno trabaja; eso, como decía, sobre todo lo hace el niño lector, los adultos somos la negación de la imaginación y del derroche creador, esclavos orgullosos de nuestra condición como somos. En los álbumes de Micharmut, además, el que no haya una historia larga, ni una suma de historias cortas de fijo protagonista, sino un aluvión de historias, derivaciones, ilustraciones, portadas de historias posibles, jeroglíficos y gráfica diversa, acrecienta esa sensación; es como el primer tebeo (revista, no monografía) de mi vida. Y su sentido no es finalmente aprensible, no se termina de atrapar, no se agota en un par de lecturas: son historias-imágenes que valen más que las mil palabras que las traten de explicar, lo que equivale a afirmar su autonomía, su artisticidad. Luego, si es plano o pecio no le resta atractivo, ni le añade significancia: sus páginas son profundamente sugestivas y ya eso debiera bastar, pero me importa aclarar qué veo yo en sus historias…

Veo atención a lo pequeño en cuanto pequeño (no para subirlo a un pedestal, que es una vulgar inversión de los valores que tiene como consecuencia reforzarlos en lo que les es sustantivo: las razones de una estructura de poder) y de ahí, descreimiento absoluto del narcisismo antropocentrista, o sea, de la Gran Aventura Humana y su sistema de valores en círculos concéntricos, pues en un universo de hechos continuos (pero ya radicalmente humanizado: sea un objeto, un animal, o una acción) ninguno es más relevante que otro, ni dentro de la tragedia de la pérdida ninguna más triste que otra. Y es esto lo que cuesta tragar, la negación absoluta por medio de la indiferencia de aquello a lo que hemos sido educados a considerar jerárquicamente importante.

Y veo autonomía artística que no se doblega a la pereza del lector que sólo desea que le recuerden sus cadenas de forma agradable, que crea porque es lo único en lo que se puede ser libre, no domestica su derecho y deber de subjetividad (recuerden: Esto no es una pipa) y probablemente crea en que la única habitación digna, posible, del mundo es estética y lúdica (y no desde luego en algún tipo de redención por servicios prestados…).

En cuanto al cómo, al procedimiento, estoy de acuerdo en todo con Álvaro aunque con un pequeño matiz: lo referencial, el juego referencial es sustantivo, es significante, en si; lo concreto de la escuela valenciana no debería distraernos de eso. Esto sí es precisamente deconstrucción, postmodernidad: obra autónoma realizada a base de homenaje irónico, donde lo irónico no resta sentido ni sentimiento al homenaje, ni el homenaje es rutinaria imitación de otros nosotros.


Un saludo.