Una gran novela imaginaria en tres partes:
(¡Que nunca ha sucedido pero podría suceder!)
¡Una historia llena de sorpresas! ... ¡Durante muchos años Luthor ha sido el archi-enemigo de Superman! ¡Y ha fracasado en todos sus intentos por destruir al Hombre de acero!
¡Pero repentinamente, en un día imaginario, la enemistad se acaba! Luthor deja el crimen, ¡Y se convierte en un paladín de la justicia!
¡El que fuera despreciado, se convierte en amigo!
¿- Asombrado? Prepárese para sorprenderse más.
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Superman no "murió" únicamente en la muy publicitada saga de finales de 1992 a manos de Doomsday. Ya lo había hecho antes en un episodio de la Edad de Plata titulado ¡LA MUERTE DE SUPERMAN! publicado en noviembre de 1961 en SUPERMAN #149, una historia con guión de Jerry Siegel, dibujos de Curt Swan y tintas de George Klein donde Lex Luthor asesinaba a Superman, y lo mataba de verdad. Bueno, "de verdad" teniendo en cuenta que se trataba de una historia "imaginaria", como se avisaba desde el comienzo en un truco narrativo típico de la época. Fueron estos relatos imaginarios, antecedente de los luego conocidos como Elsewords en DC, los que también permitieron contar la vida de Superman en un Krypton no destruido, narrar la boda del Hombre de Acero y Lois Lane mucho antes de que sucediera "de verdad" (en la cronología oficial de Superman eso no ocurrió hasta 1996, buscando la atención mediática una vez que se apagaron los fuegos artificiales de la "muerte" de 1992) o incluso la "última historia" de Superman en la conocida ¿QUÉ LE SUCEDIÓ AL HOMBRE DEL MAÑANA (1986), de Alan Moore y Curt Swan.
Este recurso de los imaginary tales fue interpretado por Umberto Eco en su ensayo sobre Superman de APOCALÍPTICOS E INTEGRADOS (1965) como un mecanismo para mantener incombustible un mito que era narrado en presente, como en la novela moderna, a diferencia de las historias ya sucedidas e inmutables de las mitologías tradicionales. Gracias a los relatos imaginarios, y también a la alternancia de historias "oficiales" del presente de Superman con las de su pasado como Superboy, el encuentro de ambos cuando viajaban al futuro, etc., se conseguía ofrecer una cronología difusa, onírica y no lineal de la biografía de Superman, diluyendo la noción de orden temporal del relato y creando en el imaginario del lector la sensación de que la vida del personaje no avanzaba aproximándole a su muerte. De este modo, los hechos que sucedían no eran irreversibles (ni siquiera su boda con Lois Lane o su muerte, al ser relatos "imaginarios"), y al terminar cada historia todo quedaba como al principio. Según Eco, gracias a este recurso la vida y hazañas de Superman podían ser narradas en un presente continuo serializado de forma cotidiana y mensual sin perder a la vez el aura mítica de intemporalidad de las antiguas leyendas heroicas.
Más allá de la interpretación de Eco, es muy significativo que el modelo que instauró Marvel por aquella misma época era precisamente contrario en ese aspecto al de DC. En Marvel todo lo que sucedía importaba porque cambiaba al héroe, determinaba los acontecimientos venideros y a menudo era irreversible: la muerte del Capitán Stacy, la muerte de Gwen Stacy, la muerte del Duende Verde, la salida del instituto de Peter Parker, la entrada en la universidad, un nuevo noviazgo con Mary Jane, etc. Un modelo que a la larga terminó generalizándose en los superhéroes hasta llegar a contaminar a la misma DC, no hay más que recordar la boda de 1996, esta vez oficial, entre Superman y Lois. Un modelo que, también significativamente, se ha ido diluyendo desde hace unos quince años tanto en DC como en Marvel, hasta volver a convertir en reversible prácticamente todo lo que sucede en la biografía de los superhéroes. De este modo, Superman no estaba muerto, estaba de parranda después de que le viésemos exhalar su último suspiro destrozándose contra Doomsday; el Duende Verde original volvía a pesar de que le vimos morir empalado por su propio deslizador en 1973, Tía May, muerta años atrás, estaba viva en realidad, etc. La diferencia fundamental con los relatos imaginarios de la DC de la Silver Age, claro está, es que ahora estamos hablando de la historia oficial de los personajes. Con este proceso actual se tiende a generar, al menos entre los lectores que conocen el pasado del personaje, la sensación de que nada de lo que sucede importa realmente, ningún hecho tiene un peso irreversible, los errores pueden ser corregidos y los sucesos más trágicos arreglados posteriormente. Qué nos dice eso de nuestro mundo es otra pregunta que también daría mucho para especular. En cualquier caso, esta constante recurrencia que lleva a reescribir una y otra vez hechos ya narrados en el pasado o a reproducirlos desde un punto de vista distinto, sólo puede deberse a que la historia de los superhéroes clásicos (y desde luego la del trío principal Superman-Batman-Spiderman) ya está contada: todo lo que en ellos importaba dramáticamente hablando se ha cumplido, no queda nada en ellos por realizar, su mito se ha consumido finalmente. Pero, por supuesto, hay que mantener vivas las franquicias.
Volviendo a una época más ingenua donde aún estaba casi todo por contar, la historia imaginaria de la "muerte" de Superman de 1961 estaba explícitamente dividida en tres actos. En el primer capítulo, ¡LEX LUTHOR, HÉROE!, el mad doctor calvo que había jurado acabar con Superman se encontraba preso en la cárcel de Metrópolis cuando descubría una cura universal para el cáncer gracias al "elemento X", una "sustancia química misteriosa" que Luthor ya "sospechaba que existía en algún lugar del universo". La sustancia la encontró en un meteorito caído en, ejem, el patio de la cárcel donde los presos realizaban sus trabajos forzados. Tras ofrecer la cura a los científicos, que efectivamente daba resultado, Lex afirma estar arrepentido de su pasado criminal, querer reformarse y seguir ayudando a la humanidad. "¡No deseo recompensas! ¡Yo sólo quiero reconstruir mi pasado!" Todo el mundo quiere creerle, y el primero Superman, que intercede para conseguir su libertad provisional. "Ahora que has cambiado podemos ser amigos" -le dice Superman tras sacarle de prisión-. "Bien, Luthor, ¡nuestra enemistad ha terminado, por fin!... Pero debo admitir que hubo un tiempo en que me tuviste muy preocupado."
En el segundo capítulo de la historia, los antiguos compinches de Luthor intentan asesinarle porque piensan que les ha traicionado al renunciar a matar a Superman, así que a Lex le sale un guardaespaldas muy especial. En ¡EL SUPER-GUARDAESPALDAS DE LUTHOR!, Superman le da a Luthor uno de sus superrelojes-alarma para que le avise en caso de peligro, cosa que efectivamente tendrá que hacer en un par de ocasiones: el Hombre de Acero acude para detener las balas y granadas de los gángsters e incluso tragarse un dardo envenenado (en serio) que iba destinado a Luthor. A fin de que éste siga trabajando tranquilamente en beneficio de la humanidad, Superman se lo lleva (en una nave-burbuja transparente) a un laboratorio espacial que construye al efecto. Aun así Luthor será objeto de un nuevo ataque, esta vez con un misil enviado por "los jefes del Hampa" -quienes "no reparan en gastos" para matarle- que el Hombre de Acero consigue detener igualmente.
Algo después, Luthor activa desde el laboratorio espacial la alarma de peligro (un extravagante cohete con la figura de Luthor) para atraer al superprimo a su trampa: cuando Superman llega a la estación espacial, Luthor le baña a traición con un rayo de kriptonita verde en una escena que recuerda inevitablemente a la del capítulo XII de WATCHMEN, cuando Ozymandias engaña al Dr. Manhattan para intentar destruirle. A continuación, Luthor lo ata a una camilla y le somete a una intensa sesión de rayos del único mineral que podía dañar a Superman. En ese solarium de kriptonita morirá envenenado el Hombre de Acero tras una larga y sádica agonía en la que, literalmente, se broncea hasta ponerse completamente verde. Luthor confiesa al fin, por si acaso hiciera falta, que todo lo que había hecho, la cura para el cáncer, fingir reformarse, etc., fue para que Superman se confiara y cayera en "esta trampa de muerte!". Para más inri, el letal bronceado verde de Superman había tenido lugar delante de sus amigos de toda la vida, Lois Lane, Jimmy Olsen y Perry White, a los que Luthor obligó a mirar desde una habitación con vistas, como los testigos en las cámaras de gas reales que observan detrás del cristal. Los amigos lloran ahora y claman venganza mientras Luthor se congratula de su "grandioso logro". Nada se interpone ya en sus ansias de gobernar el mundo.
"¿Será vengada la muerte de Superman? Lea el capítulo final de esta impresionante e inolvidable historia imaginaria".
En el tercer acto, ¡LA MUERTE DE SUPERMAN!, el mundo entero está de duelo. "Todo hombre decente de la Tierra siente una gran pena" por su muerte, en Metrópolis se celebra una capilla ardiente por la que desfila hasta Krypto el Superperro, etc.
Mientras tanto, Luthor y sus compinches dan una gran fiesta para celebrar la desaparición de su odiado enemigo que se ve interrumpida por la entrada a través de la pared de... Superman. La escena cumple ante el lector la función de resurrección física aparente del héroe muerto, mientras los malos se quedan horrorizados por la sorpresa. "¡Auu! ¡S-Superman está vivo!", grita uno de los hampones. Nada más detener a Luthor, el supuesto Superman -al que efectivamente le rebotan las balas- se quita el disfraz. Bajo él está Supergirl, que ha decidido salir del armario y ocupar el puesto del Hombre de Acero (hasta entonces le había ayudado en secreto, actuando desde la sombra). Luthor es reducido y juzgado en la ciudad embotellada de Kandor, mientras el villano se muestra tranquilo y sonriente pensando que tiene "un as en la manga". Cuando oye su sentencia de culpabilidad, ofrece a los kandorianos un trato: que le dejen libre a cambio de devolver a Kandor su tamaño normal, el que tenía antes de que Brainiac los redujese y embotellase. "¡Los kandorianos no hacemos tratos con asesinos!", clama el juez y ordena al verdugo ejecutar la sentencia. Éste envía inmediatamente a Luthor a la Zona Fantasma por toda la eternidad. "¡Se ha hecho justicia!"
En un pequeño epílogo de media página -la otra media la ocupaba un faldón publicitario en el cómic original-, Supergirl sustituye definitivamente a Superman en su tarea salvadora del mundo, cumpliendo ahora la función de resucitar simbólicamente al héroe: éste no ha muerto en vano porque su ejemplo ha inspirado a otros a seguirle, y de este modo el relato mesiánico implícito en el mito de Superman se cierra satisfactoriamente. "La Chica de acero continúa la cruzada por la justicia de Superman", reza un titular de periódico en una viñeta de la última página. Pero aún hay espacio para otra reflexión más: "Todo el tiempo que fui el arma secreta de Superman, esperaba con ansias el día en que pudiera actuar libremente. Ahora que finalmente sucedió, no siento ninguna felicidad por esta "gloria" que ahora... es mía", piensa Supergirl mientras deja atrás una inmensa estatua que corona el mausoleo de Superman y asciende volando hacia las nubes.
"Bien. ¡No hay que tomarlo todo tan a pecho! Después de todo, ésta es sólo una historia imaginaria. ¡Y sólo hay una probabilidad entre un millón de que suceda de verdad algún día! ¡Por lo tanto, el poderoso y valiente Hombre de acero seguirá surcando los cielos en defensa de la justicia, por muchos, muchos años más!", menos mal que nos avisaba el texto de apoyo final.