lunes, marzo 06, 2006

TIEMPOS DE METAL

Monolo me ha escrito un mail. Y cuando Monolo se pone a escribir, escribe de verdad. Así que me ha parecido que sería una lástima que su texto se perdiese como lágrimas en la lluvia. Aquí lo cuelgo, con su permiso, para compartirlo con todos vosotros. Gracias, Monolo. También por las tres portadas metaleras que has escaneado.
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Me estoy tragando un tomazo que ha sacado Denoel en Francia conteniendo la historia de METAL HURLANT, la revista. A mi METAL HURLANT me parece una experiencia tan interesante como la de EL VÍBORA en España. Por motivos que no vienen al caso, tengo en casa un buen montón de números en VO, mucho más interesantes que el Selecciones que apareció en castellano allá por los 80, aunque básicamente fuera lo mismo: Chaland, Moebius, Arno, Druillet, Margerin, Gillon, Clerc, una mezcla marciana de cojones. Lo que pasa, supongo, es que aquí, en la traducción, se perdía el “espíritu de revista” que hacía funcionar la mezcla, algo que en Francia tenían quizás incluso en demasía. Además, en Francia había casi siempre un, pongamos, 40% de textos que si bien al principio eran sobre ci-fi, luego derivaron a tocar, como el resto de la revista, una especie de modernidad enrollada que no tenía reflejo en la versión hispana. Creo.

Y en fin, no diré que este libro sea algo “que hay que leer”, pero se lo pasa uno bien y aprende cosas. Por lo menos, aprende como se hace un libro de estas características, lo cual no es poco. Los autores, por lo que parece, entrevistaron lo que se dice exhaustivamente a todo aquel que llegó a trabajar en MH: maquetistas, secretarias, gerentes, jefes de redacción, dibujantes, escribientes, escritores, esposas de dibujantes, libreros, distribuidores y gente que pasara por allí. Y lo cuentan todo: motivaciones, piques, descubrimientos, ambiente laboral, competencias, todo. Luego, los autores ordenan y mezclan hasta que lees la historia de la revista a base de cortas (pero jugosas) declaraciones que forman pequeños temas, que a su vez constituyen cinco capítulos de historia apasionante. Ello, además, se complementa con una abultada selección gráfica (para mi gusto un poco desaprovechada por el síndrome Chip Kidd: ampliaciones exageradas, fragmentos de cosas pegados unos al lado de otro, colorismo y confusión… muy estético, pero práctico, un cero) y las imprescindibles cronologías, numeraciones y noménclators ya para estudiosos en estado puro.

Y en fin, como el libro cuesta 40 eurazos, os cuento la lección que se saca de ahí y así os ahorráis (si os apetece) todas esas antiguas pesetas que no sé a cuanto ascienden, entre seis y sietemil, creo. Como soy millonario, a mí me da igual.

Y es que: entiendes que una revista (una revista que ha escrito historia de los cómics, quieras o no) no sólo se gesta, se forma por las caprichosas idiosincrasias de sus autores, cuando p.e. Moebius decide hacer Arzach bajo la influencia del free jazz, o cuando a partir de Ted Benoit deciden lanzar la etiqueta (o remoquete, aunque no sé qué significa exactamente) “línea clara”, o cuando empezaron fascinados por Corben, que según ellos era la síntesis de todo lo que les interesaba: Kirby y Crumb, o, dicho de otra manera, América, o, dicho aún de otra forma, cualquier cosa que no oliera a Goscinny. O cuando tienen, desde el primer día, grandes pufos económicos que acabaron dejando los Humanoides Associés en manos de un español, un tal Aracil, dueño de Litoprint (el grupo empezó con el mínimo capital de los dibujantes y nula intuición empresarial, con lo cual la cosa siempre fue una carrera por pagar deudas que crecían como crecía el invento: al final de una gran sucesión de despropósitos se lo quedó el que tenía el pufo más gordo, el de la imprenta). O de todo lo que tiene de bueno y de malo estar en manos de, por lo que parece, dos iluminados: Dionnet y Manoeuvre, cuyos nombres quizás os suenen: el caso típico de personas de las que todo el mundo tiene pegas (por déspotas, por ególatras, por informales, por imprevisibles, por los etc. de rigor) pero que eran los que, finalmente, tenían la intuición y el empuje que hacía funcionar a la máquina. O por las derivas, más o menos encauzadas por la redacción, de la ci-fi al humor, a la nostalgia y la linea clara, a la BD-Rock, a todas las fases que atravesó el invento hasta la castaña final. O lo que pasa cuando en un despacho tiene que convivir la parte redaccional/festivalera (o creativa) con la parte empresarial/organigramática (o “los que pusieron les espagnols”): una historia vieja como la vida.

Pues aun y así, no, no señor: una revista (y, por lo tanto, la historia de los tebeos y, posiblemente, la historia de cualquier cosa) también se escribe a base de las pequeñas miserias cotidianas y materiales de puro cotilleo. Esto es la lección que da el libro. Que lo que empieza con “Farkas (el primer contable) era una especie de alien con corbata que no venía a comer con nosotros” acaba como el rosario de la Aurora por la parte de gestión económica; que comentarios como “Druillet era un carácter, pero cuando había un traslado o que mover paquetes en el almacén, ahí estaba, no como Moebius que no se doblaba ni pa Dios”… esto acaba mal, ya os lo digo. Curiosamente, de los dibujantes que todo el mundo cuenta “que eran difíciles” o “que eran intratables” (según si se referian a ellos los otros dibujantes o el personal de oficina) está, por encima de todos, Druillet, y luego… Tardi y Chaland, dos héroes en casa de muchos de nosotros: por lo visto, hubiéramos sudado el autógrafo.

Sí, amigas: la historia se escribe a partir de las pequeñas cosas. Las más miserables, además, son las que producen, a posteriori, más párrafos, así es la vida. Otra lección: que el supermundo del cómic francés, finalmente, tiene en el divismo de sus autores su mayor diferencia con el nuestro; pero tambien en esa especie de entusiasmo por hacer cosas muy chulas y epatar a la competencia intentando quedarse con los lectores, que aquí raramente he visto y que a lo mejor existía en los buenos tiempos de EL VÍBORA y el CAIRO, no sé. Pero vaya, autoestima y competencia, esto parece vital para levantar un mercado que produzca más que traduzca. Lo cual sería, ahora que lo veo, la súper-súper diferencia.

Puesto a a desvariar, si algo me gustaría leer sería un libro así hablando del VÍBORA. EL VÍBORA, su ascensión y descalabro (y con ello todo lo que no ha sido el cómic aquí), tiene que tener explicaciones más profundas que “los lectores ven mucho la tele” (o cualquier otro de los tópicos que se esgrimieron en su día). Molaría saberlas. Con Toutain o con el CAIRO o con Camaleón también, claro, pero a mi, si alguno de vosotros se curra la historia del VÍBORA como Toni Guiral se curró la de Bruguera, qué os voy a decir, tiene mi bendición.

Bueno, que me gusta mucho el libro. Que lo recomiendo a los fans, si los hubiera presentes. Y que si alguien tiene alguna duda sobre METAL HURLANT que me la pida ahora, que aún lo tengo todo bastante fresco.

Monolo.
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Imágenes: todas son portadas del METAL HURLANT francés, salvo lo de
L´IMPECCABLE!, un afiche que ilustró Chaland caricaturizando a Dionnet y Manoeuvre para un programa televisivo de Antenne 2, que he sacado del libro CHALAND (Ed. Champaka, recopilatorio de ilustraciones y miscelánea del autor).

21 comentarios:

Sanvi dijo...

Excelente reseña, sí señor...Una pena que mi francés se limite a carnet, croissant, BD y poca cosa más...Or buar...XD

Octavio B. (señor punch) dijo...

" si algo me gustaría leer sería un libro así hablando del VÍBORA"

Mira que yo también lo pensé cientos de veces: quela historia de los cómics pasa necesariamente por la de las revistas, y que hay poco estudio al respecto. ¿Hay algo sobre El Vívora? ¿O era sobre el Underground español?
Da igual. Es insuficiente. Hay una época, de los estertores franquistas a la desapasición del modelo Revista, donde para hablar de historia de los cómics españoles hay que pasar por las cabeceras, casi más que por autores (patrios o no). La época de Rambla, Vívora, Cairo, Zona 84 y Cimoc marca una forma de entender los tebeos que, a estas alturas, un veinteañero que lea historieta desde hace cinco o seis años desconoce, casi ni la puede entender.
Yo sigo suspirando por ese día mágico en que una casa fuerte gestione una Historia de la Historieta, en bonitas entregas de kiosco (sigo sin creer que vendiese menos que -existe- una sobre los caballos y el apasionante mundo de la hípica -que debe serlo, pero en fin...-) donde trarar todos estos temas (autores, negocio, editores, personajes... una historia global)

Anónimo dijo...

Yo, con que se las reivindicase un poquito, me conformaba, porque ¡hay que ver como se ha defenestado aquella época!

Pepo Pérez dijo...

"¿O era sobre el underground español?"

Era sobre esto. "El cómic underground español, 1970-1980", de Pablo Dopico. Publicado en 2005 en Cuadernos de Arte Cátedra.
El libro se acaba justo cuando empieza la era del Víbora.

Anónimo dijo...

>>>>El libro se acaba justo cuando empieza la era del Víbora.

... igual que el reciente de Onliyú en Glenat, que es más memoria personal que industrial o artística, pero que tiene el interés de eso que expone Monolo acerca de las "pequeñas miserias cotidianas y materiales" que ayudan a conformar la Historia.

Por cierto, en el libro de Champaka, se recogen numerosas declaraciones, de Chaland, radicales, inconformistas, provocadoras muchas veces,que reflejan muy bien su peculiar y, para mí, atractiva, personalidad.

Anónimo dijo...

También en Glenat está Los Cómics de la Transición, de Francesca Lladró, que se centra, como solicita Punch, en las revistas, pero es un trabajo limitado, falto de análisis y de investigación profunda (y que sólo alcanza hasta los primeros años 80).

Anónimo dijo...

VM: "Yo, con que se las reivindicase un poquito, me conformaba, porque ¡hay que ver como se ha defenestado aquella época!"

Sí, que la han puesto a parir un burro, sí... ¡Como si después hubiéramos visto tiempos mejores!. Pues no: ya va siendo hora de ir reconociendo a los ochenta como la edad de plata del tebeo español.

Anónimo dijo...

>>>>>ya va siendo hora de ir reconociendo a los ochenta como la edad de plata del tebeo español

Yo eso siempre lo he tenido claro.

O sea: EL Víbora, Cairo, Madriz... Los hechos hablan por si solos.

Anónimo dijo...

>>>>Yo eso siempre lo he tenido claro.

Y no sólo yo, creo..

Pepo Pérez dijo...

Sí, pero la reivindicación del Editor Breve tiene sentido, porque ya sabes, J., que no falta gente que despotrica de los ochenta españoles por la supuesta falta de contenido generalizada de la "posmodernidad", etc. Y, de nuevo, parece que todo tenga que hacerse con arreglo a cánones clásicos para ser bueno. Cánones clásicos que en los 80, dicho por otra parte, muchos autores se solían pasar por el forro, y bien que hacían.

También hubo de todo, cuidado, que a mí esto de la nostalgia ni fú ni fa (a pesar de que, efectivamente, en España había varias revistas de diversos estilos, se importaban autores a Europa, etc). Porque los 80 no sólo son Gallardo, Max, Torres o Prado, ni son sólo los franceses divinos (Chaland, Moebius, Clerc o los demás del Metal Hurlant, ya que estamos con el tema). Los 80, recordémoslo, también fueron los años de todos aquellos seudo historietistas que se apuntaron al carro, porque estaba de moda, procedentes de la ilustración, el diseño o la pintura. Y cuyas "historietas" nadie recuerda hoy, claro. PEro fueron más abundantes de los que recordamos. Sacad, sacad de la estantería un CAIRO o un Metal Hurlant edición española, que lo vais a flipar....

Anónimo dijo...

Reivindicar no excluye tener un sentido crítico. También los errores que se cometieron en los 80 fueron, en parte, culpables de la crisis posterior.

Pero simplemente por los nombres que citas (Gallardo, Max, Torres y Prado) se justifica esa época y esas revistas. Sólo por esos cuatro nombres merece la pena haber vivido esa época.

¿Cuantos nombres de esa categoría han podido salir de entonces hasta ahora?

Y no es nostalgia, pero quieras o no, se vive de las consecuencias del pasado, para bien y para mal. Lo que no se puede es tirar a la papelera aquellos días como han hecho algunos.

Anónimo dijo...

"Los 80, recordémoslo, también fueron los años de todos aquellos seudo historietistas que se apuntaron al carro, porque estaba de moda"

Cierto, y no sólo historietistas, también pseudoeditores, que llegaron para sacar cuatro perras, y pseudocríticos o pseudoestudiosos del cómic. Igual los 80 murieron de éxito, ¿o tal vez los mataron? No sé.

Anónimo dijo...

Supongo que todos estaremos de acuerdo, pero no me parece mal recalcarlo: el hecho de que gente provenientge de otros campos se aproxime a la historieta, aunque sea circunstancialmente, no es algo inherentemente malo. Antes al contrario, en mi opinión: siempre resultará refrescante.

De hecho, no creo que para hacer buenas historietas sea preciso siquiera que te gusten mucho los tebeos.

Pepo Pérez dijo...

por supuesto, estoy totalmente de acuerdo. Yo me refería a determinados autores "de fuera" de los 80, no a todos ni mucho menos, no quería generalizar (y Orson Welles era un "extraño al cine" cuando hizo CIUDADANO KANE, etc.)

Vm, "me temo" que también estoy de acuerdo con cuanto dices, así que ¡no hay sangre en este debate! Mi comentario anterior era para echar un poco de leña al fuego.
Sé que hasta ahora a nadie en este post le ha entrado nostalgia, se nota, y que se valora bastante obejtivamente lo que fueron los 80. Y, cierto, entre la morralla a la que me refería (siempre hay morralla en todas las épocas, y más si se cree que hay algo de dinero: ¡todos a la miel!) hubo esos grandes nombres y un buen puñado más, así que nos quiten lo bailao.

j. dijo...

Algo off-topic, aunque sea de los 80:
¿Habeis leído en Adlo lo de Cassanyes y la marca Mortadelo? No sabía nada... Esas 4 páginas que reproducen están mejor que si fuesen del propio Ibáñez. Se podía comentar algo sobre el tema (autorías, reconocimiento de la labor de los colaboradores, etc,...)

Un saludo.

Anónimo dijo...

Pues era un secreto a voces.

j. dijo...

No, ya, lo de los `negros´ de Ibáñez... también había leído algo y tal; pero éste caso me ha chocado más, por el corte de mangas que es esa historieta. Quizá se podía debatir un algo, no sobre el caso concreto sino sobre cómo y porqué en general reconocer, acreditar, la labor de ayudantes y colaboradores. Es que yo además soy partidario del trabajo en estudio, en equipo (currar solo en casa es un pasaporte a dejar el oficio por hastío más tarde o más temprano); pero a la vez también me jorobaría de estar en esa situación que mi trabajo no fuese reconocido en su justa pequeña medida y todo el mérito se lo llevase el que firma. Digo.

Un saludo.

Pepo Pérez dijo...

el tema da de sí para un buen debate, sí. En cuanto tenga algo de tiempo, lo plantearé en un post. A mí este tema de los negros y la autoría colectiva -lo discutí una vez con Álvaro en lacarcel- me interesa, y mucho.

Anónimo dijo...

Lo del equipo bajo firma colectiva, es procedimiento, industrial y artístico, conocido y reconocido en todos los ámbitos geográficos (hispano, yanqui, europeo, japo...).

No creo que exista, por la parte del lector o teórico, problema alguno en asignar a quien corresponda los méritos o deméritos que devengan de un trabajo en grupo. El problema normalmente vendrá del editor que emplea la artimaña del encubrimiento para exprimir al máximo posible la eventual gallina de huevos dorados.

j. dijo...

Y, en parte, del Autor de la gallina... La vanidad es la vanidad.

Anónimo dijo...

Cierto, sí.