Monolo me ha escrito un mail. Y cuando Monolo se pone a escribir, escribe de verdad. Así que me ha parecido que sería una lástima que su texto se perdiese como lágrimas en la lluvia. Aquí lo cuelgo, con su permiso, para compartirlo con todos vosotros. Gracias, Monolo. También por las tres portadas metaleras que has escaneado.
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Me estoy tragando un tomazo que ha sacado Denoel en Francia conteniendo la historia de METAL HURLANT, la revista. A mi METAL HURLANT me parece una experiencia tan interesante como la de EL VÍBORA en España. Por motivos que no vienen al caso, tengo en casa un buen montón de números en VO, mucho más interesantes que el Selecciones que apareció en castellano allá por los 80, aunque básicamente fuera lo mismo: Chaland, Moebius, Arno, Druillet, Margerin, Gillon, Clerc, una mezcla marciana de cojones. Lo que pasa, supongo, es que aquí, en la traducción, se perdía el “espíritu de revista” que hacía funcionar la mezcla, algo que en Francia tenían quizás incluso en demasía. Además, en Francia había casi siempre un, pongamos, 40% de textos que si bien al principio eran sobre ci-fi, luego derivaron a tocar, como el resto de la revista, una especie de modernidad enrollada que no tenía reflejo en la versión hispana. Creo.
Y en fin, no diré que este libro sea algo “que hay que leer”, pero se lo pasa uno bien y aprende cosas. Por lo menos, aprende como se hace un libro de estas características, lo cual no es poco. Los autores, por lo que parece, entrevistaron lo que se dice exhaustivamente a todo aquel que llegó a trabajar en MH: maquetistas, secretarias, gerentes, jefes de redacción, dibujantes, escribientes, escritores, esposas de dibujantes, libreros, distribuidores y gente que pasara por allí. Y lo cuentan todo: motivaciones, piques, descubrimientos, ambiente laboral, competencias, todo. Luego, los autores ordenan y mezclan hasta que lees la historia de la revista a base de cortas (pero jugosas) declaraciones que forman pequeños temas, que a su vez constituyen cinco capítulos de historia apasionante. Ello, además, se complementa con una abultada selección gráfica (para mi gusto un poco desaprovechada por el síndrome Chip Kidd: ampliaciones exageradas, fragmentos de cosas pegados unos al lado de otro, colorismo y confusión… muy estético, pero práctico, un cero) y las imprescindibles cronologías, numeraciones y noménclators ya para estudiosos en estado puro.
Y en fin, como el libro cuesta 40 eurazos, os cuento la lección que se saca de ahí y así os ahorráis (si os apetece) todas esas antiguas pesetas que no sé a cuanto ascienden, entre seis y sietemil, creo. Como soy millonario, a mí me da igual.
Y es que: entiendes que una revista (una revista que ha escrito historia de los cómics, quieras o no) no sólo se gesta, se forma por las caprichosas idiosincrasias de sus autores, cuando p.e. Moebius decide hacer Arzach bajo la influencia del free jazz, o cuando a partir de Ted Benoit deciden lanzar la etiqueta (o remoquete, aunque no sé qué significa exactamente) “línea clara”, o cuando empezaron fascinados por Corben, que según ellos era la síntesis de todo lo que les interesaba: Kirby y Crumb, o, dicho de otra manera, América, o, dicho aún de otra forma, cualquier cosa que no oliera a Goscinny. O cuando tienen, desde el primer día, grandes pufos económicos que acabaron dejando los Humanoides Associés en manos de un español, un tal Aracil, dueño de Litoprint (el grupo empezó con el mínimo capital de los dibujantes y nula intuición empresarial, con lo cual la cosa siempre fue una carrera por pagar deudas que crecían como crecía el invento: al final de una gran sucesión de despropósitos se lo quedó el que tenía el pufo más gordo, el de la imprenta). O de todo lo que tiene de bueno y de malo estar en manos de, por lo que parece, dos iluminados: Dionnet y Manoeuvre, cuyos nombres quizás os suenen: el caso típico de personas de las que todo el mundo tiene pegas (por déspotas, por ególatras, por informales, por imprevisibles, por los etc. de rigor) pero que eran los que, finalmente, tenían la intuición y el empuje que hacía funcionar a la máquina. O por las derivas, más o menos encauzadas por la redacción, de la ci-fi al humor, a la nostalgia y la linea clara, a la BD-Rock, a todas las fases que atravesó el invento hasta la castaña final. O lo que pasa cuando en un despacho tiene que convivir la parte redaccional/festivalera (o creativa) con la parte empresarial/organigramática (o “los que pusieron les espagnols”): una historia vieja como la vida.
Pues aun y así, no, no señor: una revista (y, por lo tanto, la historia de los tebeos y, posiblemente, la historia de cualquier cosa) también se escribe a base de las pequeñas miserias cotidianas y materiales de puro cotilleo. Esto es la lección que da el libro. Que lo que empieza con “Farkas (el primer contable) era una especie de alien con corbata que no venía a comer con nosotros” acaba como el rosario de la Aurora por la parte de gestión económica; que comentarios como “Druillet era un carácter, pero cuando había un traslado o que mover paquetes en el almacén, ahí estaba, no como Moebius que no se doblaba ni pa Dios”… esto acaba mal, ya os lo digo. Curiosamente, de los dibujantes que todo el mundo cuenta “que eran difíciles” o “que eran intratables” (según si se referian a ellos los otros dibujantes o el personal de oficina) está, por encima de todos, Druillet, y luego… Tardi y Chaland, dos héroes en casa de muchos de nosotros: por lo visto, hubiéramos sudado el autógrafo.
Sí, amigas: la historia se escribe a partir de las pequeñas cosas. Las más miserables, además, son las que producen, a posteriori, más párrafos, así es la vida. Otra lección: que el supermundo del cómic francés, finalmente, tiene en el divismo de sus autores su mayor diferencia con el nuestro; pero tambien en esa especie de entusiasmo por hacer cosas muy chulas y epatar a la competencia intentando quedarse con los lectores, que aquí raramente he visto y que a lo mejor existía en los buenos tiempos de EL VÍBORA y el CAIRO, no sé. Pero vaya, autoestima y competencia, esto parece vital para levantar un mercado que produzca más que traduzca. Lo cual sería, ahora que lo veo, la súper-súper diferencia.
Puesto a a desvariar, si algo me gustaría leer sería un libro así hablando del VÍBORA. EL VÍBORA, su ascensión y descalabro (y con ello todo lo que no ha sido el cómic aquí), tiene que tener explicaciones más profundas que “los lectores ven mucho la tele” (o cualquier otro de los tópicos que se esgrimieron en su día). Molaría saberlas. Con Toutain o con el CAIRO o con Camaleón también, claro, pero a mi, si alguno de vosotros se curra la historia del VÍBORA como Toni Guiral se curró la de Bruguera, qué os voy a decir, tiene mi bendición.
Bueno, que me gusta mucho el libro. Que lo recomiendo a los fans, si los hubiera presentes. Y que si alguien tiene alguna duda sobre METAL HURLANT que me la pida ahora, que aún lo tengo todo bastante fresco.
Monolo.
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Imágenes: todas son portadas del METAL HURLANT francés, salvo lo de
L´IMPECCABLE!, un afiche que ilustró Chaland caricaturizando a Dionnet y Manoeuvre para un programa televisivo de Antenne 2, que he sacado del libro CHALAND (Ed. Champaka, recopilatorio de ilustraciones y miscelánea del autor).