REGRESO AL VALLE SECRETO
O por qué me ha gustado tanto EL VALLE DE LAS MARAVILLAS, de Joann Sfar (Sins Entido).
Por ese tono tan personal que tiene el libro, entre la fábula infantil y el género de "bárbaros", como explica el propio Sfar en el jugoso apéndice final. Por lo bruta y a la vez poética que es la historia que cuenta y lo esencial que resulta, en un sentido arquetípico (hablando de arquetipos universales: "Cazador-recolector", se subtitula este primer álbum). Por la gracia que tiene todo, desde las situaciones hasta la familia protagonista (Bote de Miel, Noche de Mimos y sus hijos), pasando por el último de los secundarios, sin olvidar por supuesto al fantástico mono Pepe. Por esos diálogos marca de la casa, tan originales y a la vez naturales, que discurren con una ligereza pasmosa, del mismo modo que la historia en sí misma: como es habitual en Joann Sfar (Niza, 1971), sus tebeos avanzan de manera fluida, con escenas que van amontonándose con una lógica tan arbitraria como aplastante. Por los subtextos político-religiosos del álbum, que son leves pero nada tontos, y que están habilidosamente introducidos en la historia, tocando con gracia e ironía temas tales como el sexo, la religión, el culto a la muerte (vs. el culto a la vida), los ecologistas apocalípticos y otros agoreros (sólo nos faltaban los idiotas del horror). Todo ello "sin alzar nunca la voz", que diría Santi Bilbo.
El álbum también demuestra unas cuantas cosas. Por ejemplo, que se pueden usar de manera puntual textos de apoyo absolutamente redundantes con lo que se muestra en la viñeta y, sin embargo, aportar algo: un tono. Así, en algunas páginas donde Sfar emplea dicho recurso, se añaden textos como "Me trago un golpe de su pata" a una imagen donde el bicho de turno le atiza al protagonista, Bote de Miel, un golpe con su pata, para a continuación escribir en la siguiente viñeta un cartucho de texto que dice "Narizota pega al dragón", mientras vemos cómo el amigo del protagonista, Narizota, pega al dragón. Lo cual sin embargo añade algo a lo largo de toda esa escena, que no expresaría lo mismo si fuese muda.
Otra cosa para echarle de comer aparte a Sfar es cómo ignora continuamente el raccord entre viñeta y viñeta, dibujando a Bote de Miel -y a casi todos los pesonajes- de mil maneras distintas en una misma página (da igual: se le reconoce por el pelo negro y el color de piel, ese naranja con el que Brigitte Frikandly siempre le colorea) o añadiéndole su bandolera de cartucheras o no según le venga bien, sin que el lector perciba la diferencia a menos que detenga la lectura del libro y se fije expresamente (y hay que fijarse, lo aseguro). Lo cual es el enésimo ejemplo práctico de que el lenguaje del cómic, y su decodificación, no tiene nada que ver con el del cine, donde el raccord entre planos es mucho más visible al tratarse de imagen en movimiento, sin elipsis entre ellas. En el cómic, la mente añade todo lo que no está en la página, todo lo que no se ve en las elipsis entre viñetas, y tiende a percibir los elementos equivalentes de la página (por ejemplo, un personaje) como si fuera el mismo elemento, aunque en realidad presente muchas diferencias de una viñeta a otra.
De dibujo también me parecido estupendo, de lo mejor que le visto gráficamente a Sfar, con esa línea tan chunga y dejada a la par que virtuosa (porque Sfar, hace falta decirlo más, es un virtuoso técnicamente hablando, aunque no quiera parecerlo porque sus derroteros no pasan por los alardes académicos), entre el boceto, el garabato y el dibujo inacabado aunque siempre evocador y sugerente, que deja la mayor parte del acabado final del producto al color de Brigitte Frikandly. Un color magnífico por otra parte, de tonos vivos, que a menudo completa la línea rota y casi esbozada de Sfar (su amado Reiser como principal referencia). Al peculiar ritmo visual de este álbum contribuyen esos viñetones mudos que introduce Sfar puntualmente para dar ambiente y pausa a la historia, a dos por página: los animalejos, la jungla nocturna, el misterioso interludio con los monstruos submarinos, los momentos de placidez salvaje.
Y Noche de Mimos dice unas palabras terribles...
¿No os parece que comemos mucho pescado y yuca? Va siendo tiempo de que salgas de caza, Bote de Miel.
(De EL VALLE DE LAS MARAVILLAS, página 12).
2 comentarios:
parece que hoy no hay nadie... pues Sfar se merece muchos comentarios, polémicas, grandes soliloquios...
me interesa recalcar lo del dibujo, esa falsa rudeza que esconde a un virtuoso. Hace meses vi en la red unos dibujos de Sfar de plazas, o calles.. no me acuerdo bien. Pero eso sí, me llamó la atención lo maravillosos que eran.
es común a muchos autores, saber que para ser expresivos puede ser necesario sacrificar el vistuosismo en favor de la expresividad. En historieta un dibujo expresivo, por espontáneo, o por mínimal, o por otro factor cualquiera, puede ser, de hecho es, mucho más importante para encontrar lo que se quiere contar, que ser un genio del tiralíneas y del pincel. Y aunque seas un Bourgeon de la vida, quizá en tus tebeos dibujas "mal" a propósito.
Como Sfar.
No es la primera vez que sale el asunto, pero bueno, no es mal tema :)
Leí hace poco este comic y Pascin la java bleue, sin saber que ambos son de Sfar, y la verdad acabo de darme cuenta de que me encantan sus dibujos, pero sobre todo lo que me gusta es que despues de leerlos te quedas alegre.
Y sobre este comic en concreto lo que me hacia mucha gracia es como mete toques que podrían parecer groseros o algo, como cuando los personajes dicen hijo de puta o hablan de sexo sin tapujos.
Me callo y que lo leais digo, que lo leais.
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