Manel Fontevila y su búsqueda del chiste perfecto, con el "Mistetas" como modelo insuperable, ya está en los ensayos literarios. Concretamente, en HOMO SAMPLER. TIEMPO Y CONSUMO EN LA ERA AFTERPOP, un libro de Eloy Fernández Porta que ha publicado recientemente Anagrama en su colección de ensayo, Argumentos. Sin su permiso y haciendo honor al título de su libro, voy a "samplearle" un par de páginas a efectos ilustrativos :
Este ejemplo que utiliza Eloy Fernández Porta no es en absoluto puntual ni casual. Al contrario, todo el libro está plagado de referencias al cómic contemporáneo, digamos que de los años ochenta para acá, referencias usadas por el ensayista como ejemplos culturales para las teorías que pretende argumentar, o de las tendencias que quiere definir, analizar o criticar. Y, esto es lo más significativo, esas referencias están tratadas al mismo nivel y con la misma importancia que las citas al cine y la televisión, a la música pop y la narrativa literaria o la publicidad, además de por supuesto las esperables referencias de teoría estética y crítica cultural. Si se acude a la bibliografía y al índice onomástico final, uno no puede menos que sorprenderse al encontrarse entre los sospechosos habituales en este tipo de ensayos (los Baudrillard, Benjamin, Deleuze, Debord, Eco, Lacan, Zizek, etcétera) y cineastas, músicos y novelistas, a un montón de autores de tebeos, todos ellos citados y comentados previamente a lo largo del libro. Peter Bagge, Miguel Brieva, Chester Brown, Daniel Clowes, Gallardo, Mauro Entrialgo, Gallardo, el citado Manel, Max, Miguel Ángel Martín, Micharmut, Alan Moore, Frank Miller, Javier Olivares, Joe Sacco, Chris Ware, Dylan Horrocks, Mathias Schultheiss y otros que me dejo, la lista no es exhaustiva.
El fenómeno es significativo porque representa un ejemplo palmario, otro más, de que las generaciones que han llegado o están llegando en los últimos años a los ámbitos institucionales y académicos -Eloy Fernández Porta (Barcelona, 1974) es profesor en la Universidad Pompeu Fabra- ya no manejan las viejas distinciones o escalafones a la hora de tratar con las más distintas manifestaciones culturales, ni siquiera en su forma de comentarlas. El libro de hecho parece que va a generar una cierta y muy saludable polémica en ciertos ambientes académicos, sobre todo, esto lo digo yo, en aquellos que no tienen ni zorra de las referencias a la "cultura popular" que maneja Eloy porque han vivido a espaldas de ella. Copio y pego de esta reseña universitaria:
"Nos encontramos muy probablemente ante uno de los libros más controvertidos del panorama ensayístico actual. Controvertido además por diferentes razones y en diferentes ámbitos. En primer lugar por tratarse de un ensayo acerca del muy discutible paradigma estético que ha surgido en respuesta a la condición social creada por el exceso simbólico que han provocado los medios de comunicación, definición que extraemos de su anterior Afterpop. En segundo lugar por estar elaborado en forma de pastiche o superposición de elementos que van desde la reflexión más profunda hasta el comentario más kitsch, cada uno de los elementos tratados siempre con la misma importancia ontológica. En tercer lugar porque lejos de ser una lectura fácil, al autor parece importarle muy poco la ignorancia del lector habitual que no tiene porque conocer este sinfín de referencias desordenadas. (...) Su caos y desorden no consiguen, a mi entender, cuajar para el disfrute del público, sin embargo su aparición supone una manera de abordar la obra ensayística de manera totalmente sorprendente. Su desplazamiento respecto al formato tradicional sólo puede que augurar nuevos movimientos en este sentido. Celebremos pues estos primeros pasos."
Hechas las presentaciones, voy a comentar muy por encima algunas de las referencias comiqueras manejadas en este ensayo de Fernández Porta, siquiera por recomendar su lectura porque el libro es muy ameno y, además de demostrar una gran erudición académica, es capaz de integrarla con muchas otras referencias culturales y plantear interrogantes de "rabiosa actualidad", valga el tópico. No solo eso, sus análisis son audaces y penetrantes, a veces muy convincentes, y a menudo verdaderamente divertidos. Sí, una de las intenciones declaradas de Fernández Porta con su libro, y una de sus virtudes, es la de hacer reír; doy fe de que conmigo lo ha conseguido en varias ocasiones. Véase por ejemplo su cachonda disertación sobre por qué tantas mujeres de hoy con clase y cultura se echan novios brutos y zotes, fenómeno que el ensayista ve en parte como una "crítica cultural" de esa mujer a su propio entorno de amistades. Para ilustrarlo pone de ejemplo cómo Peter Bagge reflejó el fenómeno en su serie ODIO (páginas 184 y ss. del libro), concretamente en la relación que hubo entre el cacho carne de Buddy Bradley y su novia culta y madura Valerie, comentario que aparece además ilustrado con una viñeta de Bagge.
Hay más viñetas a lo largo del libro, incluyendo la de Manel y otras de Max, Evan Dorkin, Gallardo, Clowes, Miguel Ángel Martín, Schultheiss o Chester Brown; incluso se reproduce una página entera de WATCHMEN. Más serio que lo de Buddy pero no menos interesante es el comentario de Fernández Porta sobre el ya estudiado otras veces "lado oscuro" de Disney, para el cual acude entre otras referencias a aquella historieta de Max que fabulaba sobre un encuentro entre Disney y Lovecraft. En otra parte de su libro, Fernández Porta saca a colación de su concepto de TrashDeLuxe al Drugos el Acumulador de Mauro Entrialgo, y también a EL INFORME G de Gallardo (un tebeo que Fernández Porta define como un "Grandes éxitos trash") y sus historietas irónicas sobre el coleccionismo de juguetes y otros fetiches baratos del pasado frente las obras artísticas admitidas académicamente (página 301). Antes, en las páginas 260 y ss., Porta ha analizado una historieta de Miguel Ángel Martín aparecida en la última etapa de El Víbora. Etcétera.
Dejando de lado de momento los ejemplos comiqueros, F. Porta parece ser uno de los que piensan que estamos ya en un momento cultural distinto al de la posmodernidad, y por eso mismo intenta descifrar las claves de esta nueva era, a la que ya denominó en su anterior libro Afterpop. Una de esas claves sería lo que él llama UrPop, un fenómeno "más allá del pop" que vendría a ser todo aquel producto cultural que, revestido de primitivismo, quiere defender lo "seudo original". Así y desde hace un tiempo, para ser moderno resultaría más importante parecer clásico que acudir a los lugares comunes del posmodernismo. La consabida sátira posmoderna que se aplicó a desmantelar las ilusiones de autenticidad modernas habría sido superada por esta tendencia UrPop, cuyas manifestaciones artísticas desmantelarían a su vez las "ilusiones de parodia posmoderna", satirizándolas y combinando los rasgos de los dos movimientos precedentes. "Se distancian del dramatismo moderno -pero sin rechazarlo del todo- y evitan caer en el simulacro posmoderno -si bien aprovechan sus virtudes cómicas" (página 46).
Particularmente ingenioso resulta su concepto de RealTime como crítica frente al Tiempo(TM) que el sistema corporativo y mediático nos impone constantemente (un "presente continuo" generado por los media en la sociedad del consumo). Dos referencias más en este sentido a los tebeos, precisamente en el capítulo del libro dedicado al RealTime. Una es a los "discursos que permiten hablar de la condición actual" presentes en determinados cómics, como puede ser el psicoanálisis en el Batman de Miller, que Fernández Porta comenta de pasada pero da completamente en la clave al mencionar ese aspecto (página 148). Su referencia es brevísima y ocasional pero, aunque él no lo menciona -y no sé si lo sabe-, Miller efectivamente se ha referido en varias entrevistas y declaraciones a Joseph Campbell, demostrando conocer su teoría del monomito. Al fin y al cabo, el libro más famoso y leído de Campbell es EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (1949), subtitulado precisamente PSICOANÁLISIS DEL MITO. Sobre esto quizás volveré en un próximo post porque creo que el tema lo merece, dado que Miller es el principal exponente en el cómic de creador que ha incorporado conscientemente a sus tebeos lo que Campbell denominó "viaje del héroe", un patrón argumental presente según ese autor en los relatos mitológicos de las más diversas épocas y culturas y a cuya estructura y significado psicoanalítico dedicó Campbell dicho libro. En el mismo capítulo del ensayo de Fernández Porta se refiere a otro de esos discursos en los tebeos que permiten hablar de nuestra condición actual, el que él encuentra en WATCHMEN. En su lectura personal, Fernández Porta parte del doble sentido de los vigilantes/relojeros del título para proponernos ver el tebeo de Moore y Gibbons como un discurso sobre "los guardianes de las horas":
"Si el ciudadano-consumidor es un hombre Swatch [se refiere a los relojes Swatch, sí], ¿quién pone el reloj en funcionamiento? El orden social así establecido puede definirse a partir del doble sentido de la palabra watch, "reloj", pero también "vigilar". El relojero como guardián: sin duda la referencia habrá traído a la memoria del lector la obra que mejor ha expresado esa estado de cosas: la serie de Alan Moore y Dave Gibbons Watchmen. Todo en esta novela gráfica gira alrededor de nuestro tema, desde su factura misma, a principios de los años ochenta, y en el contexto de una renovación integral del cómic de superhéroes cuya filosofía podría definirse como un intento de arrancar la figura del salvador de las brumas eternas e inmortales en que lo había situado Stan Lee y traerlo al ahora. Ese ahora implica la política contemporánea y la guerra fría, tema central en la obra de los vigilantes, pero también, los discursos que permiten hablar de la condición actual, como puedan ser el psicoanálisis en el Batman de Frank Miller o el arte contemporáneo en la Elektra de Bill Sienkiewicz".
---Inciso sobre un aspecto en el que discrepo, me refiero a que fue precisamente la Marvel de Stan Lee la que arrancó a los superhéroes de esa "bruma eterna e inmortal" en la que estaban sumidos previamente en el modelo dominante a finales de los 50, que era el de DC, o sea, el de Superman. Un modelo en el que, como advirtió Umberto Eco en sus ensayos de APOCALÍPTICOS E INTEGRADOS al analizar los "relatos imaginarios" de Superman que tanto le fascinaron, los superhéroes pertenecían a una atemporalidad mítica porque editores y autores no hacían avanzar la cronología de sus vidas a base de todo tipo de triquiñuelas narrativas: Superboy o el pasado de Superman que viaja al futuro, el Superman del "presente" que se encuentra con su pasado de Superboy en el futuro de la Legión de Superhéroes y, por supuesto, los relatos imaginarios donde se contaron infinidad de historias que "podrían haber sucedido" en la vida de Superman pero que "afortunadamente" no sucedieron (la muerte de Superman, su boda con Lois, etc.).
Ese modelo, propio de una época aún muy temerosa del Comics Code, la de comienzos de la Edad de Plata, fue cuestionado y superado finalmente por la Marvel de Stan Lee durante los sesenta y primeros setenta. Marvel trajo a los superhéroes al presente de su tiempo y les hizo vivir no en ciudades imaginarias como Metrópolis o en Gotham City, sino en Nueva York. Los sucesos que ocurrían en sus tebeos empezaron a influir de verdad en sus vidas, a menudo de forma irreversible, y estos nuevos superhéroes empezaron a participar explícitamente en fenómenos de su época que acababan de ocurrir o que aún estaban ocurriendo en el mundo real mientras se publicaban los tebeos. No hay más que recordar los temas políticos que se tocaron en el Capitán América de los primeros setenta (el Watergate por ejemplo) o, en especial, el caso de Spiderman. Ahí, entre la segunda mitad de los sesenta y primeros setenta, pudimos ver desde motines carcelarios a problemas del abuso de drogas entre los jóvenes (la célebre trilogía de las drogas) y diversas manifestaciones de los movimientos juveniles antiautoritarios del momento (protestas universitarias, etc.). A raíz del éxito de Marvel, la rival DC, la misma editorial que curiosamente publicaría WATCHMEN en la década siguiente, fue aproximándose a ese nuevo modelo, más moderno y de mayor aceptación entre los jóvenes de la época. Fin del inciso---
Más apreciaciones de Fernández Porta sobre WATCHMEN:
"En el caso que nos ocupa la escritura de Moore construye el grupo de superhéroes como Cronos de nuestra era, cada uno de los cuales pugna por imponer a sus compañeros y a los civiles un sentido particulr del devenir. Dos inolvidables viñetas nos ofrecen el marco en que se desarrolla la historia. La primera, el reloj detenido dos minutos antes de la medianoche; la segunda, el relojero que tira los engranajes por la ventana. El primero es un reloj simbólico, y define el momento histórico de la peripecia: la crisis nuclear del momento álgido de la guerra fría. El segundo reloj es material y habla de la obsolescencia: el artesano vocacional que decide abandonar su trabajo en cuanto descubre la existencia de la energía nuclear.
Entre esas dos temporalidades los protagonistas pugnan por ser dueños del presente."
Le sigue un análisis del papel de los principales personajes de WATCHMEN en esa "lucha por el presente", que termina con el siguiente párrafo:
"Pero quizá el personaje más relevante de la obra sea Rorschach, niño traumatizado, matoncete outlaw y sociópata justiciero que patrulla la rúa, despachando violadores, repartiendo estopa y, en fin, ocupándose de los problemas de la gente real. De entre toda la superbasca, Rorschad es el único que vive en el tiempo inmediato, en el fragor y la escaramuza del día a día, contra el chorizo de barrio, sin cachivaches ni milongas: su derrota final también es la del realismo tal como un día se entendió.
En Watchmen se reúnen y confrontan los distintos modelos de temporalidad que configuran el poder público: la promisión imperial, la guerra factual, la "universal". El resultado es una política conspiratoria en que todos ellos terminan rendidos al delirio mesiánico y redentor de Ozymandias. Este proceso está pautado por la evolución de Rorschach, que empieza siendo un personaje odioso pero acaba siendo la víctima propiciatoria. Rorschach encarna el drama de nuestra época: la insuficiencia del tiempo real frente a las temporalidades construidas".
La cosa sigue algo más, pero ya es suficiente. Sirvan estas líneas como muestra de un libro brillante y ameno que, por encima de su erudición y humor (insisto en que contiene muchos pasajes intencionadamente humorísticos), resulta muy significativo como ejemplo de esta nueva generación que se ha criado consumiendo todo tipo de productos culturales en nuestra sociedad del espectáculo: libros, cine, tebeos, ahora videojuegos, etc. (no en vano Jordi Costa ha definido a Fernández Porta como un "pensador-espectáculo"). Y que por ello saben, o sabemos, que todos ellos pueden tener la misma importancia como manifestación cultural de su sociedad si se sabe ubicarlos e interpretarlos adecuadamente. Como decía la reseña que antes enlazaba, es este un libro destinado a la polémica en los ámbitos académicos justo por esto mismo. Eloy no es el primero en hacerlo, pero, estoy seguro, tampoco será el último.
Termino sampleando otro extracto del capítulo introductorio, página 24:
"Esas tres actitudes excluyen una cuarta más respetable: la del "intelectual humanista clásico". No comer hamburguesas, actuar como si las compras que uno hace de consuno "no fueran consumo", suponer que las adquisiciones propias son "necesidad ineludible" y las de los demás "consumismo": tal es la curiosa manera de Ser en el Mercado que nos ofrece el humanismo -y que resulta, no quepa duda, mucho más lucrativa que las otras. En este sentido, el presente libro trata de ser tan refractario al imaginario posmoderno del shop 'til you drop como con ciertas añejas perspectivas de estirpe moderna que han intentado redefinir lo humano como el-ser-que-no-compra -o que cree no comprar. A tal efecto he propuesto un muestrario de objetos de estudio en que la iconografía y la retórica del mercado convive con algunas manifestaciones creativas que, por su carácter mestizo, anclado en el pop pero hipercrítico con él, también han sido desatendidas por el humanismo tradicional. La resistencia a estas perspectivas es una vertiente de la resistencia a la teoría: el viejo humanismo se ha negado a comprar hamburguesas -y a considerarlas objeto conceptual- por razones parecidas a las que le han llevado a dar la espalda a ciertas corrientes artísticas que también parecían degeneradas, léase los cómics para adultos, el arte contemporáneo posterior al movimiento conceptual y cierta literatura con voluntad innovadora. En suma, al definir estos tres géneros de la época afterpop mi divisa no ha sido otra que la del artista Michael Betancourt: "Las diferencias y dinámicas que contraponen el mundo del arte a los mass media son tan importantes, y tan parecidas en su dominación, que cualquier forma artística de ruptura deberá, necesaria e inevitablemente, abordar ambas formas culturales a la vez". Bon appétit."
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ACTUALIZACIÓN Una estupenda reseña del libro en el blog No Recomendable que acabo de descubrir, por Raul Sensato. Extracto:
"La maestría de Fernández Porta no consiste en depurar las preguntas correctas, sino en retratar que esas corrientes existen, simultáneamente, en todos los estratos de la comunicación cultural. Saca ejemplos de todos los ámbitos: las películas, los tebeos, la literatura, la fotografía, la televisión, las artes plásticas… y teje con todos un tapiz que muestra a la luz el dibujo subyaciente. Da la impresión de que F.Porta es un erudito en todo, por la simple razón de que nadie practica una reflexión tan audaz, tan actual, tan profunda y tan diversa de lo que es -en todos los sentidos culturales de la palabra- el ahora."