Uno de los héroes del cómic español de los ochenta, Miguel Gallardo (Lérida, 1955), ha vuelto en 2007 con su álbum MARÍA Y YO, un librito donde explica al mundo la relación entre un padre y su hija, una niña de 12 años que tiene autismo. Como la mayoría de vosotros sabéis, Gallardo es uno de los creadores del icono del cómix underground español MAKOKI (1977-1995, con guiones de Juan Mediavilla o en solitario) además de autor de obras como, entre otras, PEPITO MAGEFESA (1984), PERRO NICK (1991), PERICO CARAMBOLA (1995) o ROBERTO ESPAÑA Y MANOLÍN (1996; las dos últimas junto al guionista Ignacio Vidal-Folch). Dedicado profesionalmente a la ilustración desde los años noventa, Gallardo ha hecho desde entonces incursiones puntuales en el cómic: es el caso de las memorias de su padre Francisco Gallardo Sarmiento que ilustró en UN LARGO SILENCIO (1998), su cuaderno de viajes TRES VIAJES (2006) o la citada MARÍA Y YO (2007). A continuación una entrevista reciente con el autor, parte de la cual fue publicada en la revista Rockdelux el mes pasado. Todas las imágenes se amplían pinchando en ellas.
¿De dónde surge María y yo?
Por las especiales circunstancias de mi hija, hacía tiempo que quería hacerlo. Pero también porque ahora, al vivir separado de ella –ella vive en Canarias con su madre-, los momentos que vivimos son muy especiales, muy intensos, cuando yo voy a verla allí o pasa unas semanas aquí en Barcelona. También porque me apetecía contar el modo personal que tengo de comunicarme con ella, a través de dibujos que le hago de las personas que conocemos y las cosas que vemos. En general tenía muchas ganas de contar la historia porque pensé que la experiencia podía resultar interesante para las personas que no están en el mundo de la discapacidad. Y, bueno, quizá también puede servir de ayuda a los padres con hijos discapacitados, porque yo siempre agradezco los testimonios de padres en situaciones parecidas.
He leído en alguna entrevista tu dificultad para encontrar la voz de este libro.
Es un poco lo mismo que me sucedió con el libro sobre mi padre [Un largo silencio, viñeta de la derecha]. Como mi carrera en el cómic ha sido básicamente humorística y la historia era dramática, me costó encontrar una voz narrativa apropiada. No me apetecía contar una historia lacrimógena de ‘mirad qué pena’, por eso lo planteé como un libro de viajes: nos vamos a un hotel, cuento algunos chascarrillos, nos vamos a la playa... Y a través de eso empecé a ahondar un poco más para mostrar cómo se comporta María, cómo se relaciona conmigo y con los demás... Estoy acostumbrado a las miradas de extrañeza de la gente cuando voy con mi hija, pero tampoco quería insistir mucho en ese aspecto. Quería un estilo llano y directo pero que a la vez mostrase complejidad y tuviese algunos puntos de humor, para que así los aspectos más trágicos tuviesen más valor. También fue un poco retomar el estilo de Tres viajes, el tono de apuntes. De hecho, el grueso del libro lo hice en el hotel con páginas directas, aunque luego quité algunas o añadí otras. Lo hice así porque las emociones eran más directas, quería expresarme de la forma más directa posible y contar qué supone vivir con autismo para ella y para mí como padre. No de un modo científico, sino explicarlo a través de ella, qué es lo que hacemos juntos, cómo nos comunicamos.
De ahí lo de usar los dibujos que en la vida real le haces a tu hija.
Tengo muchos dibujos de ésos, le dibujo cosas a mi hija constantemente, y desde hace años tenía pensado usarlos de algún modo. María me pide sobre todo que le dibuje a la gente, así que usar a veces en el libro esos mismos dibujos me pareció un buena forma de dirigirme al lector. Son dibujos ingenuos pero a la vez creo que tienen cierto calado, explican cosas importantes. Quería que no fueran dibujos muy elaborados, sencillos, directos, que permitieran explicar las cosas más dramáticas con ligereza.
¿Hubo algún modelo que te inspirara para encontrar la voz narrativa en este libro?
Bueno, he leído muchos libros sobre autismo, y sobre testimonios de padres con hijos que tienen autismo. También me impactó mucho el libro de Paul Karasik y Judy Karasik, The ride together [página de la izquierda], que era mitad de texto corrido y mitad de historieta. Me gustó ver que los dibujos de Karasik, que no son muy finos ni sofisticados, me llegaban más al ser tan simples, era algo como más bruto y sin adornos. El libro también mezcla el humor con lo dramático, y esto también era importante para mí, porque tenía mucho miedo de caer en lo fácil.
De hecho, en mi libro quité algunas páginas que tenía hechas para no caer en lo lacrimógeno, como en la escena de las miradas de la gente, que originalmente acababa con muy mal rollo. Tampoco quería desdramatizarlo por completo, porque tener un hijo con autismo no es nada fácil y hay momentos bien jodidos. Pero contar la historia de la pena a la gente no sirve de nada, más allá quizás de obtener su compasión. Me interesaba explicar cómo en determinadas situaciones, por muy extraordinarias que sean, puedes adaptarte a ellas y conseguir seguir adelante y llevar una vida normal aun dentro de la anormalidad. Quería que fuese un libro más de esperanza que de queja.
Cuando te encuentras con algo así, al principio pasas por la fase de negación y de "echarle la culpa a Dios", luego por la fase de adaptación... Me interesaba explicarle al lector más que nada el mundo de mi hija, su personalidad. No sé, es un libro muy importante para mí, igual que lo fue el de mi padre, muy sentido.
Otro libro que me influyó fue Soy Julia, que es un clásico dentro del club exclusivo de padres que tienen hijos con discapacidad. Está escrito por el padre de una niña pluridiscapacitada, pero era muy cachondo porque el autor le prestaba su voz a la niña durante las situaciones que describe.
¿Qué se sabe sobre el autismo?
En realidad no mucho. No se sabe bien el origen, si es genético o no. Hay algunas teorías de cómo los autistas perciben los estímulos exteriores. Suelen ser muy sensibles a los ruidos. Nosotros tenemos filtros para los estímulos exteriores, por ejemplo, puedes estar tomándote algo con un colega pero sólo escucharle a él y no al señor que tienes detrás o los ruidos del bar. Al parecer las personas con autismo carecerían de esos filtros y lo recibirían todo a la vez, lo que para cualquier persona en su sano juicio sería una locura. Así que deciden cerrar las ventanas y escuchar sólo lo que quieren o lo que les llega de una manera menos agresiva, puede ser que le estés hablando directamente y en un momento de la conversación tus palabras pasen a ser un ruido ininteligible para la persona con autismo.
Quería preguntarte también sobre Un largo silencio, las memorias de tu padre que ilustraste en 1998. En su momento pasó un tanto desapercibido, y a mí es un libro que me parece impresionante.
Creo que en su momento no fue muy comprendido, quizás por el formato y la mezcla de lenguajes, por entonces no había mucha cosa así. Ahora con la etiqueta novela gráfica parece que se puede asimilar más y que incluso en general parece que podemos aspirar a llegar al gran público. A mí me hubiese gustado que ese libro hubiese tenido más difusión, creo que podría haber llegado a las escuelas por su modo de explicar la guerra civil.
Has vuelto al cómic después de bastante tiempo, quitando alguna colaboración corta...
Es una especie de gusanillo que no se te acaba nunca. Aunque sigo ilustrando, porque vivo de eso, no puedo evitar ver historias por todas partes, y me dan ganas de contar muchas cosas con viñetas. Creo que el cómic es un medio muy poco explotado aún, y en los últimos tiempos están apareciendo nuevas formas narrativas que hacen pensar que la cosa va a ir a más en ese sentido. Ahora veo a mucha gente haciendo cosas muy interesantes que se salen de lo normal, también en España, y antes no veía tantas. Por ejemplo, lo que hace ahora Carlos Vermut, que a veces no entiendo del todo pero me resulta fascinante, o lo que hicísteis Santiago García y tú con El Vecino, que es desmontar los superhéroes pero de un modo original y divertido. El ambiente de ahora me recuerda un poco a la época de El Víbora, donde más allá de la técnica y sin necesidad de saber dibujar mucho, había muchas ideas. Porque lo más importante son las ideas, ¿no? y de eso sí que veo ahora mucho. Ahora también hay editoriales pequeñas que están por la labor, e incluso las grandes editoriales literarias están empezando a poner el ojo en todo lo que les suene a novela gráfica. Esto también tiene su parte mala, porque permite colar cualquier cosa en esa etiqueta.
Hablando de El Víbora, ¿cómo ves ahora, con la distancia, aquella etapa?
La verdad es que aún hoy me siguen dando la tabarra con Makoki. He pasado por todo con aquella etapa, la he odiado, la he recuperado y me he reconciliado... Pero mira que he hecho cosas distintas y mucha gente no se fija más que en Makoki, y aún me dicen que por qué no vuelvo a hacerlo. Lo peor sería seguir haciéndolo, porque es que tengo 50 años y esa es la diferencia entre estar en la calle y no estarlo. Lo más positivo de la etapa de El Víbora fueron dos cosas: trabajar con Mediavilla, que es uno de los mejores guionistas que he conocido, y tener la oportunidad de publicar regularmente porque así pude aprender a dibujar historietas. Nosotros éramos una generación que nos saltamos el paso del aprendizaje del oficio, nos tiramos a hacer historietas sin mucha técnica, así que la experiencia de publicar todos los meses me vino muy bien. Eso sí lo echas en falta hoy día, no hay una revista que permita foguearse a la gente. El Víbora tenía continuidad y nos daba dinero para ir tirando, pero luego llegó un momento en que tenías que publicar en el extranjero para vivir del cómic. Yo lo intenté con Perro Nick [abajo] y no pude.
¿Cómo ves el momento actual para el cómic?
Se publica muchísimo, hay mucha competencia, también porque se publica mucho material extranjero. Por eso tengo interés en mover mi nuevo libro. Como no vivo de los cómics sino de la ilustración, tengo mucha más libertad y tiempo para dedicarle a ellos, lo maduras más, le das más vueltas... Ahora no tengo ningún proyecto nuevo de cómic porque María y yo es un libro que quiero promocionar y que tenga vida. La promoción es hoy día fundamental precisamente por la competencia de títulos, ahora precisamente es algo que empieza a hacerse en el cómic, internet es una herramienta muy útil para eso. Si no lo promocionas, al final lo compran los cuatro amiguetes de siempre que te siguen y no es eso.