domingo, abril 13, 2008

MIENTRAS HAYA DISCOTECAS...

Las últimas risas que escuché en una exposición fue en una de Bruce Nauman en el Reina Sofía, donde había un vídeo que recoge las desventuras de un payaso en un cuarto de baño. ¡El celador mandó callar a una pareja que se estaba riendo de algo evidentemente cómico! El arte se ha convertido en una payasada monumental. Una payasada a la que no deberíamos contribuir. No sé si deberíamos plantear una especie de huelga contra los museos contemporáneos, o contra los museos en general. ¿Por qué no? No tienen que ver con el arte sino con la industria de las imágenes. Es una pena que el arte, que fue concebido para hacer más grata la estancia del hombre sobre la tierra, se haya convertido en algo que es una fuente de obsesiones, de preocupaciones, manías. Y luego están todos esos artistas que se dedican a agobiarnos. Montones de artistas que se dedican a denunciar la triste situación de los pobres. ¿Pero eso a quién va dirigido, a los ricos o a los pobres? Los pobres ya lo saben, no tiene que venir un Santiago Sierra a explicárselo. El arte se ha convertido en una forma de dar caña. Como si no tuviéramos ya suficiente. Nos dan caña en el trabajo, en el museo, en casa. ¿Y dónde pasamos un buen rato? Yo siempre digo, en la discoteca. Yo les digo a mis estudiantes, mientras haya discotecas hay esperanza.

Ángel González García

6 comentarios:

santibilbo dijo...

Impresionante entrevista.A ver si me hago con el libro.No estoy de acuerdo con muchas cosas( importancia de las ideas en la pintura, relación arte-religión) pero me ha encantado su "caña" a lugares comunes del arte contemporáneo y su reivindicación de la experiencia ahistórica del arte

Anónimo dijo...

Argolat:
Esto me recuerda una anécdota con mi hijo en la inauguración de la ampliación del Reina Sofía.
Me planté allí con mi hijo para ver el edificio y ver una retrospectiva de los 70, creo recordar.
Tres cosas llamaron la atención de mi hijo de tres años:
-Un proyector de video sobre la pared a la altura de las rodillas. Mi hijo estuvo pasando por delante para ver su sombra.
-Un montón de tiras de plástico colgando del techo y formando un montón en el suelo. Tuve que pararlo antes de que se tirara encima.
-Una ristra de piruletas y otras cosas, colgada de la pared en una especie de alforjas. Imaginad qué hubiese pasado con la piruleta de no haberme dado cuenta.
En fin, que salimos por piernas de allí antes de que nos echaran.
La mayor parte de la gente nos miraba y sonreía, pero había tres o cuatro que por su cara parecían decir qué hacía un niño en un museo.
Me abruma el silencio de los museos. Hace tiempo que pasé por el Prado, antes de tener hijos, y aquello era sobrecogedor. Lo mismo vuelvo ahora con mis dos hijos para animar aquello un poco, porque ¿sigue igual, no?

Anónimo dijo...

Dudo mucho que este señor tan digno haya pasado por una discoteca en los últimos... treinta años

Anónimo dijo...

Y yo he vivido justo lo contrario: En una exposición reciente en la Pedrera en la que se mostraba la obra de un pintor superviviente del Holocausto (que como podéis imaginar tenía una obra bastante sombría y seria), el puñetero conserje y el segurata hablando a voz en grito sobre Scary movie. El problema es que trabajar en un museo pocas veces tiene nada que ver con conocer o amar el arte.

Anónimo dijo...

Pues a mi me abruma que en un lugar como el Museo del Prado, donde se va a ver y estudiar pintura, no haya silencio.

Para vociferar tiene usted las tascas de Atocha.

U otros modelos de museo.

Anónimo dijo...

No se preocupen más por sus silencios. La Asociación de Taxidermistas Mancos de Osos chisposos (ATMOCh) hemos luchado por sus derechos y ahora la cámara europea de Núremberg para el mejor-servir de los protociudadanos nos ha dado la razón. ¡Hemos conseguido que las leyes se apliquen en su total extensión ahogando los dominios del crimen y la barbarie crepuscular que acosa a la cultura y el resto de las artes didácticas! No, no se prohibirá la televisión ni la radio digital pedestre.
Por fin la Ley Corcuera, que especificaba en uno de sus puntos la obligatoriedad de rasparse la laringe con salfuman y alfombrarse la lengua con lejía en el mismo portalón de todos los museos públicos y privados, será aplicada hasta la extenuación jurídica de sus principios ejecutores. Con la ayuda de los porteros, los museólogos de la XII Esfera angélica de Munchausen y el pulcro cenicero de los contribuyentes el primer paso ha sido dado.
Ayuden a la sociedad, luchen por la cultura cortándose la lengua. ¡Luchen y recuerden que la Cultura es el único arte que realmente vale la pena!
La Cultura es bella y todo lo demás eriales y páramos de falsas hierbas. ¡Lucha ciudadano, ahogate de una maldita vez!
Ismamón el Monarca cabrón.