SUPERMAN #330, diciembre de 1978, de la época en que DC intentaba "racionalizar" todas las superfantasías de Superman para que no pareciesen tan infantiles. Supongo que eran los 70 y su realidad sudorosa y cruda (que viene de crudo, el de los barriles), o que los fanboys se hacían mayores y necesitaban algo más acorde a su edad. O la poderosa influencia que venía ejerciendo el modelo Marvel desde hacía más de una década, o, quizás también, que era el año en que usted creyó que un hombre podía volar (ese mismo mes, diciembre de 1978, se estrenaba en USA la película de Richard Donner).
-LANA... ¿CREES AHORA QUE SOY CLARK KENT?
-¡POR SUPUESTO QUE NO! ¿POR QUÉ CLASE DE IDIOTA ME TOMAS? ¡CLARK KENT ES ASÍ!
REVELADO AL FIN... ¡EL ASOMBROSO SECRETO DE CÓMO SUPERMAN ENGAÑA AL MUNDO CON
SU IDENTIDAD DE CLARK KENT!
(¡UN SECRETO AMENAZADO POR LOS SINIESTROS PLANES DE SPELLBINDER!)
La portada era, evidentemente, del soberbio Ross Andru (tintas de Dick Giordano), que dibujó muchas otras para Superman en esa época. En el interior estaba la historia que nos interesa ahora, EL MAESTRO HIPNOTIZADOR DE METRÓPOLIS, guión de Martin Pasko, dibujos del clásico Curt Swan y tintas de Frank Chiaramonte. La cosa empezaba con un satélite que se salía de su órbita y caía directamente hacia el edificio donde Clark Kent trabajaba -que no era el Daily Planet porque en esa época el periodista trabajaba en la televisión- mientras Lois Lane, Lana Lang y Jimmy Olsen empezaban, todos a la vez, a meterle prisa a Clark para que se cambiara, se quitara de una vez esas "gafas falsas y ese traje tonto", echara a volar y detuviera la amenaza. Superman se despertaba sobresaltado de lo que en realidad había sido un sueño, o pesadilla, y se levantaba desvelado a mirarse en el espejo. De repente y después de tantos años de que los lectores se preguntasen lo mismo, nuestro héroe caía en la cuenta de cómo era posible que la gente no se percatara de que Clark Kent era Superman simplemente por las gafas que llevaba. "¡...Y si hay algo de verdad en ese sueño! ¿De verdad es tan malo mi disfraz de Clark Kent? Incluso aunque cambio la voz ligeramente cuando finjo ser Clark... ¿De verdad que mi doble identidad puede ser descubierta tan fácilmente?"
"Mmm... ahora que me paro a pensarlo... ¡Es el disfraz más tonto que haya visto nunca!"
"Oh-oh, Superman usando gafas, ¡eso es lo que parezco!"
"¿A quién intentaba tomarle el pelo cuando me imaginé este disfraz ridículo?"
"Mmm! "¡Chico, eso es!" "Era Superboy cuando me inventé lo de las gafas! ¡Un crío joven, ingenuo! No supe imaginar nada mejor!"
¿DE VERDAD ES TAN MALO MI DISFRAZ?
A lo largo de la historia de Superman se han dado varias explicaciones para justificar cómo era posible que funcionase "el disfraz más tonto que hayamos visto nunca", algunas mejores y otras peores. En los tebeos y sus personajes de tinta y papel impreso estas cosas podían ser verosímiles (aunque Christopher Reeve, un actorazo de carne y hueso, supo hacernos creer que Superman y Clark eran dos personas distintas), especialmente cuando nadie se las cuestionaba y la situación se daba por hecha al lector sin mencionarse siquiera en las historias, que es lo que hicieron de buen principio Jerry Siegel y Joe Shuster cuando crearon al personaje. Una de las explicaciones más sencillas para la efectividad del absurdo disfraz de Clark (juraría que fue de John Byrne en su refundación del personaje en 1986, aunque a lo mejor ya se había usado con anterioridad) era el hecho de que la gente no tenía por qué imaginar que Superman tenía una identidad civil secreta. En el episodio que comentamos, precisamente, se daría otra explicación. Volviendo a la trama de la historia, mientras Superman se cuestionaba ante el espejo su propio statu quo de tantos años, casi como tomando conciencia de su propia condición de personaje de tebeo (casi, aún faltaban años para que aterrizara Grant Morrison en DC y en ANIMAL MAN), el supervillano Spellbinder llegaba a Metrópolis y usaba sus poderes como hipnotizador. Para contrarrestar la amenaza, Superman se veía obligado a usar su super-hipnosis (un vestigio de la Edad de Plata) dando una orden a todos los ciudadanos de Metrópolis para resistir cualquier orden hipnótica. La orden la emitió desde esta particular "televisión de plasma":
El nudo de la trama llegaba cuando, a continuación, Lana Lang pillaba a Superman in fraganti mientras se cambiaba
...pero Lana no le reconocía como Clark. "Perdona mi curiosidad, Superman, pero ¿por qué llevas esas gafas? ¿Y ese traje?"
("¿¡¿Queeé?!? ¿Lana no me reconoce como Clark Kent?? ¡Es absurdo!")
Cuando Superman admite desconcertado e indefenso su disfraz civil a Lana, ésta no se lo cree y porfía en que Clark no se parece en nada a Superman. "¿Ese se supone que es Clark? ¡Vamos, cariño! Admito que hay un parecido superficial.. Pero tú eres de complexión demasiado fuerte... ¡y también demasiado guapo! ¡No... olvídalo! No te pareces en nada a Clark!"
EL MAESTRO HIPNOTIZADOR DE METRÓPOLIS
Tras la rocambolesca escena, Superman volvía a enfrentarse a Spellbinder no sin antes hipnotizarse a sí mismo para ser inmune a la hipnosis del villano. Incomprensiblemente, el truco no funcionaba y Spellbinder hacía creer a Superman que había perdido sus poderes, ganaba la pelea y se marchaba. Pero Superman ya había descubierto el truco de Spellbinder y también su propio pastel, aunque por supuesto todavía no lo revelase ante el lector. Suspense. Primero tenía que derrotar al villano al haberse percatado de que hipnotizaba mediante el sonido y no a través de poderes visuales, y luego, por fin, Superman nos ponía al tanto de por qué los demás le veían diferente cuando era Clark:
Por su propio poder hipnotizador inconsciente, intensificado por un objeto inesperado. He aquí por qué nadie veía el parecido entre Supes y Clark:
Las gafas. Pero las gafas de Clark Kent no eran unas gafas cualquiera. Superman, lo explicaba a continuación, se hizo las lentes con el plexiglás de la claraboya de la nave que le trajo de Krypton para que fueran indestructibles. Alguna "propiedad desconocida" del plexiglás kriptoniano de las gafas intensificaba el efecto hipnótico de baja intensidad que proyectaba Superman de forma inconsciente; sin saberlo, Superman usaba constantemente su super-hipnosis cuando adoptaba la identidad de Clark Kent para aparentar ser más débil y frágil de lo que era. Un efecto hipnótico que, reforzado por las gafas especiales, hacía que cuando la gente miraba a Clark no le viera tal como era, sino como... "¡la imagen de Clark que intentaba proyectar!"
Como Superman había hipnotizado a todos los ciudadanos de Metrópolis precisamente para resistir cualquier orden hipnótica, sin saberlo había neutralizado su propia hipnosis inconsciente. Por eso Lana, bajo los efectos de esa orden, cuando le pilló cambiándose no vio al Clark que solía ver sino a alguien "distinto", concretamente a Superman con gafas y corbata. Pura lógica DC.
En fin, como dice uno de los blogers de los que sacado el material (aquí el otro), en la historia hay agujeros por los que podría volar el superperro Krypto, pero las dos tramas cruzadas de hipnosis, el embrollo seudopsicoanalítico y la idea de que Superman usara sus poderes inconscientemente para parecer alguien diferente cuando era Clark Kent me siguen pareciendo absolutamente fascinantes. Por lo visto, la idea primigenia no era del guionista Martin Pasko: la dio un fan que escribía constantemente al correo de la redacción, un tal Al Schroeder III. Y algo parece tener esta historia porque, si buscas en internet el episodio, aparece comentado y recordado por los aficionados en un número sorprendente de sitios. Llevaba tiempo acordándome de ella, sobre todo porque no la conservo y me hubiera gustado hacerlo. La leí de chaval, en retapados de Bruguera que vete tú a saber dónde y por cuánto dinero se pueden conseguir a estas alturas (reedición ya). Ahora, gracias a internet, he recuperado el episodio aunque sea virtualmente.
¿QUÉ FUE DE CURT SWAN?
En realidad, recuerdo muy buenos episodios de toda aquella etapa, dibujados, igual que éste, por Curt Swan (1920-1996), dibujante omnipresente en distintas series de Superman durante nada menos que tres décadas. Lo cruel que puede ser la vida, sobre todo estando una gran compañía de por medio. Después de haber redefinido a Superman -refinando el look que le dio Wayne Boring y haciéndolo más naturalista- y haberlo dibujado a lo largo de más de treinta años fijando su imagen para varias generaciones de lectores, a mediados de los ochenta el estilo de Curt Swan se había quedado anticuado para el gusto de la época. Se daba la circunstancia añadida de que, debido al descenso general de ventas de los títulos de DC, la compañía empezó a buscar nuevos autores para modernizar a sus personajes bandera, empezando por Superman. Como es bien sabido, uno de los autores elegidos por DC para el remozo fue el (entonces) hot artist John Byrne (otro fue Frank Miller, que se encargó de relanzar a Batman primero narrando sus últimos años de carrera en EL REGRESO DEL CABALLERO OSCURO y algo después su origen en BATMAN AÑO UNO, aquí junto a David Mazzucchelli). Byrne, tras recibir la oferta de DC para relanzar sus personajes, escogió precisamente a Superman siempre que le dejaran libertad para volver a contar su origen e introducir cambios para modernizarlo. Lo hizo en la miniserie de 1986 MAN OF STEEL y luego continuó durante algunos episodios más, abandonando dos años después en el número 22 de la nueva serie.
Pero justo antes de que Byrne metiera mano al personaje, el editor Julie Schwartz acordó cerrar definitivamente la historia del Superman pre-Crisis con una "historia imaginaria" en dos partes que puso punto y final al Superman y la Superfamilia que procedían de la Edad de Plata. La historia, magnífica, la escribió Alan Moore, la dibujó precisamente Curt Swan y se tituló ¿QUÉ FUE DEL HOMBRE DEL MAÑANA? (septiembre de 1986). Después de ella, el ahora anticuado Curt Swan "fue jubilado" de Superman para dejar paso a Byrne y luego a otros dibujantes, los que ahora prefería el público. Obtuvo algunos encargos posteriores de DC, pero fueron escasos y cada vez llegaron con menos frecuencia. Sin embargo, Swan tenía 66 años, había trabajado de freelance toda su vida y no podía retirarse porque no tenía plan de pensiones ni un patrimonio que le permitiera la jubilación. Tenía que seguir trabajando para sobrevivir.