
De gustos amplios, a Sfar también le tira el folletín de aventuras decimonónico, como en la serie “Profesor Bell” (Sins Entido). Y lo mismo firma un producto infantil de calidad como “Vampir” (Alfaguara), colección de gran éxito que ha generado luego la serie para adultos “Gran Vampir” (Sins Entido), que diserta sobre el hilo que une arte, vida y sexo en su hedonista “Pascin” (Ponent Mon). Porque Sfar es uno de esos artistas de amplia cultura –tiene un doctorado en Filosofía, estudió Bellas Artes, toca varios instrumentos, ha ilustrado portadas de discos y colaborado en clips animados de Dionysos y de Thomas Fersen- que no se empeña en demostrarla en sus obras; no en vano Sfar se considera discípulo de Hugo Pratt. Al contrario, su erudición aporta un trasfondo implícito que da consistencia y hondura a unas historias divertidas, violentas, sensuales y ligeras en apariencia pero con un sustrato humano profundo. Profundo de verdad, como en algunos cuentos tradicionales depurados a base de transmisión generacional. Es el caso del subtexto sobre la masculinidad, la feminidad y el primitivismo de la magnífica “El valle de las maravillas” (Sins Entido), o las preocupaciones filosóficas y religiosas que recorren sus mejores trabajos: Sfar es judío de madre askenazí y padre sefardí, y esas raíces se notan en series como “El gato del Rabino” (Norma) o “Klezmer” (Norma). En ambas muestra tensiones paradójicas entre la fe en un Dios invisible y el escepticismo que da la fragilidad humana; entre el dogma religioso y la heterodoxia de personajes librepensadores, como ese gato de un rabino argelino que un día empieza a hablar para contar las verdades del barquero. O como esos judíos de Europa oriental que tocan klezmer, música tradicional askenazí para animar fiestas, unos parias desarraigados que ya no tienen fe en nada salvo en sí mismos.
(Un artículo sobre Sfar que publiqué en la revista Rockdelux)
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Single, TU PERRITO LIBREPENSADOR: