
TONI AL HABLA (y 2)
Segunda parte del texto remitido por Toni Guiral. Ahora, todos: A jugaaar.
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"Para empezar, claro, deberíamos de concretar. Una cosa es la crítica, otra la divulgación, otra el periodismo, otra la historia, otra, los gustos; a veces nos confundimos. Entonces, ¿en qué consiste la crítica de cómics? Bueno, tenemos referentes cercanos: la crítica de libros, la de arte, la de cine, por ejemplo. De hecho, como decía, usurpamos su literatura, su terminología, para abordar nuestro mensaje. Y, no, la historieta no es como la literatura, ni como la pintura, ni como la ilustración, ni como el cine (aunque, como arte bastardo, tenga algunos de sus apuntes, pero, el tiempo pasa, y el cómic dispone de recursos que le son propios). Repitamos: ¿en qué consiste la crítica de historietas? Cada maestrillo tendrá su librillo; yo expongo el mío.
Empecemos por el pecador, el lactante de la crítica, que es el crítico. Al crítico de cómics, al buen crítico de cómics (escribamos la carta a los Reyes) le supongo yo muchos, buenos y extensos conocimientos de historieta. No sólo historicistas (los datos, más o menos, están en los libros), sino pedagógicos, semánticos, semiológicos y artísticos; me refiero al conocimiento de las técnicas y resoluciones gráficas, al dominio de las fórmulas narrativas, al saber de la dramatización de personajes, y al entorno de autores, editoriales y agencias, al desarrollo parejo de la sociedad en su sentido socio-económico-político. Sí, creo que el crítico de cómics debe de tener conocimientos de otras lides, no sólo porque el nuestro es un medio bastardo, como ya he dicho, sino también porque no crece en el limbo, parte de unos condicionantes socio-históricos concretos. Los grandes creadores de cómics leen libros, contemplan cuadros e ilustraciones, ven cine, van al teatro, escuchan música, y ese poso, ese cultivo, está en su vida y, por tanto, en su obra. No, el buen crítico de cómics no ha de ser exclusivamente un ser hecho de viñetas, también se ha de sumergir en novelas, ensayos, pinturas, fotografías, películas, piezas teatrales y musicales. No, no se trata de aparecer como un erudito renacentista (si las cosas no se interiorizan y comprenden eso tampoco sirve de mucho); sencillamente, ha de poseer conocimientos y saber interpretarlos. No, no se trata de que tenga que saber dibujar, pintar, escribir guiones o novelas (pero si sabe algo o mucho de ello, mejor); se trata de que sepa ver, comprender, analizar y tomar en su conjunto todos los datos.
¿Y la crítica? Hablemos de ella, que no de la divulgación o del periodismo o de la historia. La crítica es un análisis que parte de los conocimientos del crítico y de, ya queda dicho, su habilidad para interpretarlos. De entrada, una obra, una historieta, está siempre ligada a motivaciones, repitámoslo, de un entorno concreto. Un país concreto; un editor concreto; una publicación concreta; una etapa histórica concreta; una herencia concreta. El análisis debe de partir de ese entorno y concentrarse en los valores objetivos (sí, existe un canon; los gustos son otra cosa en la que no debería de entrar el crítico) de la obra. El crítico ha de conocer el dominio de la técnica del autor, cómo la emplea, cuál es su objetivo, si lo tiene; ha de desentrañar los códigos gráficos y narrativos del creador; ha de saber si la obra consigue transmitir un mensaje; y, sobre todo, ha de saber explicárselo al lector. Y ahí entra una de las habilidades que mejor debe cultivar el crítico: saber escribir, saber comunicar. De nada me sirve comprender una obra y descifrar sus códigos si luego, como crítico, no sé transmitirlos al que, no lo olvidemos, es el destinatario de mi trabajo: el lector.
La crítica es también una guía para ese lector. Hay que respetar su inteligencia, aportarle datos y dejar que tome su decisión. El crítico ha de exponer y valorar, ofrecer pistas y, por supuesto, opinar y juzgar, pero no condenar, su función ha de ser, creo, divulgativa y crítica, claro, pero su criterio no está tocado por el halo divino. Ahí es donde puede dejarse llevar por los gustos personales. Pero, cuidado, la crítica nunca debe limitarse a destacar exclusivamente el lado “positivo” de la obra; eso es divulgación, una actividad tan digna como la crítica, pero divulgación al fin y al cabo. Y, pese a lo relativamente poco que se escribe sobre cómics, pese a que el medio necesita de toda la divulgación posible, soy de los que opinan que el crítico debe de tratarlo como un medio más, no como un arte quebradizo. El crítico ha de ser honesto con lo que piensa, y si posee argumentos para delimitar la escasa o nula calidad de un cómic debe explicarlos y justificarlos, de la misma manera que lo hará para resaltar su excepcionalidad. Si queremos que la sociedad, retratada ahora como ente ajeno al mundillo de los cómics, asuma la historieta con normalidad, la crítica (insisto, la crítica, no la divulgación) debe “normalizar” su discurso.
Me releo y observo que en la última parte hay un cierto tono de “magisterio”; me disculpo, es algo absolutamente ajeno a mi intención, que no es otra que la de dar una opinión personal, pero buscando la réplica que pueda enriquecer el necesario diálogo, única fórmula que conozco para la concordia."
Antoni Guiral
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(imagen: portada del libro CUANDO LOS CÓMICS SE LLAMABAN TEBEOS. LA ESCUELA BRUGUERA (1945-1963), por Antoni Guiral (Ediciones El Jueves, 2005). Diseño de portada de Miquel Aparici, rótulos de Manel Fontdevila)
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